Rodrigo Buenaventura
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No es habitual que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) deba enfrentarse a casos como el Grífols y el ataque sufrido por fondos especuladores a raíz del demoledor informe publicado por Gotham City a comienzos de año. El organismo supervisor se puso manos a la obra con la solicitud de información a todas las partes y, cerca de nueve meses después, ha procedido a abrir expedientes sancionadores tanto al fondo bajista como al productor de hemoderivados.
Resulta sin duda loable el esfuerzo del organismo que preside Rodrigo Buenaventura en defensa especialmente de los accionistas minoritarios, que casi siempre constituyen la parte más vulnerable en este tipo de casos. Sin embargo, el hecho de que las actuaciones se prolonguen tanto en el tiempo hace que la labor del supervisor pierda algo de eficacia.
Desde su creación a finales de los años 80, la historia de la CNMV ha sido una permanente lucha con una situación de recursos limitados que ha sido situada encima de la mesa en numerosas ocasiones por sus diferentes responsables como punto a mejorar. Es un aspecto que genera tanto consenso como el de la destacada valía de los profesionales técnicos que forman parte del supervisor.
Del mismo modo que una Justicia lenta es menos Justicia, la demora en este tipo de procedimientos mina la credibilidad del mercado español con vistas a los inversores y los pequeños ahorradores. Sólo por esto merecería la pena destinar más recursos a la CNMV, cuyo retorno estaría más que garantizado en forma de un activo tan intangible pero, al tiempo, tan valioso como es la confianza.