Hu Aimin
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El Consulado General chino en Barcelona demostró hace unos días su potencial diplomático y económico en la Ciudad Condal. Por primera vez en su historia, celebró el Día Nacional del país fuera de las instalaciones diplomáticas, y no en un sitio cualquiera: eligió para los fastos el Gran Teatre del Liceu, situado en Las Ramblas.
Hasta allí se desplazaron representantes diplomáticos, políticos y económicos, tanto españoles como chinos, para arropar a la comunidad asiática en su fiesta grande. Y, también, para hacer networking y localizar nuevas oportunidades de negocio.
Todo ello fue mérito de Hu Aimin, cónsul general en funciones de China en Barcelona. Poco a poco, paso a paso, el legado está consiguiendo imbricar la representación del país en el ecosistema empresarial local. La oficina de la potencia económica en la capital catalana ya es un actor de primer orden en este terreno. No solo por el acto del teatro de ópera de hace unos días, sino por los memorandos bilaterales firmados en mayo o el anuncio de las nuevas facilidades de viaje entre España y China desgranadas en diciembre del año pasado.
En apenas nueve meses, China ha logrado situarse de forma especial en el tejido productivo local, dejando atrás convulsiones pasadas. Lo ha hecho con inversiones como la de la automotriz Chery junto a Ebro en la Zona Franca, sí, pero con el acompañamiento del Consulado General en esta senda.
Es una prueba de que los casi cien consulados que operan en Barcelona no son de papel couché. Si los titulares tienen voluntad, como Aimin, pueden convertirse en catalizadores de negocio y riqueza con los países matriz. Y, con ello, generadores de puestos de trabajo, algo muy necesario.