Lluís Llach
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Ya casi importa poco hoy la asistencia a las manifestaciones independentistas de la Diada de Cataluña. El presidente de la mayor entidad convocante, la Assemblea Nacional Catalana (ANC), empañó ayer la ya de por sí débil convocatoria nacionalista al invitar a los ultraderechistas de Aliança Catalana (AC).
Su "bienvenida" -aunque matizada, al apuntar sus discrepancias con dicho partido- incendió a los sectores de izquierdas del nacionalismo. Y, sobre todo, dejó entrever que los secesionistas presentan profundas grietas y carecen de proyecto compartido. Se han sumido en el caos tras el fracaso del procés.
Llach, antaño un cantautor y activista antifranquista, se descolgó ayer invitando a los extremistas de derecha a las marchas de la Diada. Muchos usuarios le criticaron en las redes sociales, y afearon que diera así pábulo a Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, y los suyos.
ERC y CUP capitanearon las críticas al dirigente soberanista. Los antisistema amagaron incluso con dar plantón a las movilizaciones.
En efecto, lo ocurrido ayer con la ANC es grave. Cabe recordar que el Parlament sí cuenta con un pacto antifascista para alejar de los órganos de gobierno de la Cámara catalana a los partidos más ultras de derecha: Vox y AC.
Mientras, la ANC los invitó ayer a una Diada que se presume cívica. Se trata de una actitud irresponsable que la Assemblea trató de corregir horas después. Pero era tarde. El daño era irreparable: antes incluso de salir a las calles, los independentistas mostraron sus diferencias de la forma más descarnada.
Un mal presagio para ellos en una Diada que, antaño, presumía de ser de todos. Ahora queda más claro que nunca que jamás lo fue.