Sergio Mendes
Bossa Nova para ascensores
8 septiembre, 2024 00:00Nos ha dejado un músico al que habíamos olvidado casi todos y al que yo, lo reconozco, no hice mucho caso en sus años de esplendor, los 60. Se llamaba Sergio Mendes, había nacido en la provincia de Río de Janeiro en 1941 y se había instalado, en 1964, en Los Ángeles, donde falleció hace un par de días. Aunque estaba relativamente olvidado, Sergio Mendes fue famosísimo a mediados de los 60 al frente de su grupo Brasil 66. En mi preadolescencia, cuando visitaba el hogar de algún amiguito de los escolapios y me daba por curiosear los discos de sus padres, siempre topaba con alguno de Sergio Mendes & Brasil 66 (por regla general, el que incluía su primer gran hit, una versión del Mais que nada de Jorge Ben).
El álbum de Mendes solía estar acompañado por alguno de Herb Alpert and his Tijuana Brass, que lo petaron en aquellos años con una música seudo hispana basada en la trompeta del señor Alpert (que es judío y nació en Los Ángeles en 1935). Mendes grababa para el sello de Alpert (la A de A&M Records, la M pertenecía a su socio, Jerry Moss). No fue raro que Mendes y Alpert hicieran buenas migas: ambos eran unos brillantes falsarios que fabricaban temas resultones, ideales para animar fiestas de cuarentones con ganas de hacerse el moderniqui y que no molestaban si te sonaban en el ascensor. Nunca fueron auténticos en lo suyo, pero daba igual: tampoco lo eran los Gipsy Kings y cosecharon un éxito apoteósico cantando en un idioma que no hablaban ni entendían muy bien, el español (eran gitanos franceses).
A los chicos de mi generación, Mendes y Alpert nos parecían banales y viejunos, aunque, vistos con la perspectiva que da el tiempo, la verdad es que fabricaban unos productos muy dignos a partir de un material que tal vez hubiese sido de difícil digestión por el gringo medio, que tardó décadas en descubrir la existencia, si es que lo ha hecho, de Caetano Veloso o Chico Buarque. Ambos resultan emparentables con nuestro Xavier Cugat, otro falsario de nivel cinco (un tipo de Girona que se especializa en ritmos latinos), pero tanto o más interesante que ellos.
La carrera de Sergio Mendes empezó a difuminarse en los años 70, hasta el punto de convertirse en uno de esos artistas que, cuando fallecen, sale un montón de gente a preguntarse: "¿Pero aún estaba vivo?". Pues sí, lo estaba, y aunque en Europa no se le hacía mucho caso, en los USA aún pintaba algo. En el año 2012 fue nominado al Oscar a la mejor canción original por Real in Rio, incluida en la cinta de animación Rio. Algo después, tocaría en directo Mais que nada con The black eyed peas. Y siguió en activo prácticamente hasta su muerte, como su amigo Alpert (que aún está entre nosotros, aunque no haya tenido un éxito apabullante desde los tiempos de What´s new pussycat, cuya versión vocal fue también un chollo para Tom Jones).
El señor Mendes popularizó en todo el mundo una música que por aquel entonces era difícil de propagar y conseguir que te hiciera caso una nutrida cantidad de gente. Nunca fue un purista de la bossa nova ni lo pretendió, pero gracias a él, la música brasileña llegó a presidentes como Lyndon B. Johnson o Richard Nixon, para los que tocó en la Casa Blanca. El hombre tuvo su momento y lo aprovechó. Y una idea brillante: hacer accesible al americano medio la música de su país. Lo logró.