Ramon Lamiel
La red viaria catalana ha soportado hasta ahora sin inmutarse el movimiento de vehículos de veraneantes que regresan a sus domicilios desde los destinos tradicionales de asueto de los ciudadanos de la región. Apenas dos accidentes de tráfico han empañado una jornada apacible en las vías.
Eso sí, el Servei Català de Trànsit (SCT), y su director, Ramon Lamiel, harían bien en no relajarse. La autopista del Mediterráneo, conocida como AP-7, ha demostrado ya bajo gestión de la Generalitat de Cataluña que no puede soportar la carga de tráfico actual.
Los automóviles particulares y los camiones de empresas congestionan esta carretera de alta capacidad, lo que provoca interminables atascos que atormentan a los automovilistas. Y al menor accidente, por leve que sea, la conexión queda cortada.
Por el momento, el Gobierno catalán ha sido incapaz de hallar una solución a este problema. Ha probado distintas acciones, pero ninguna ha logrado el ansiado objetivo de la fluidez en el tráfico.
Y, de nuevo, la AP-7 encara otro curso político sin solución real. Es hora de que el SCT intervenga con inventiva y firmeza. Aunque este último fin de semana la autopista haya resistido, Porque el problema que sufre es estructural.