El prófugo Carles Puigdemont, ante el maletero de un coche en Bruselas (Bélgica)

El prófugo Carles Puigdemont, ante el maletero de un coche en Bruselas (Bélgica) Europa Press

Examen a los protagonistas

Carles Puigdemont

8 agosto, 2024 00:00

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Carles Puigdemont parece dispuesto a cualquier cosa con tal de recuperar el protagonismo perdido. Incapaz de asumir que su trayectoria política es ya poco más que un espectro del peor pasado de la historia de Cataluña, el líder de Junts se ha marcado ahora como objetivo reventar la sesión de investidura del nuevo presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa, amagando con su regreso. Lo cual no es más que una muestra de su mal perder después de la ingente pérdida de votos sufridas por los partidos independentistas -entre ellos, el suyo- en los pasados ciclos electorales.

Puigdemont y la formación posconvergente representan, al fin y al cabo, lo peor de la política catalana, lastrada por el nacionalismo durante décadas, y de forma especial en la del procés. Y, en su caso, se da una circunstancia irónica: y es que el prófugo de la justicia española nunca han ganado unas elecciones para ser presidente de la Generalitat. Un cargo que llegó a ostentar desde 2016 hasta octubre de 2017 de forma estrepitosa... después de que lo designara a dedo su antecesor, Artur Mas. Un par de meses después de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, a finales de ese mismo año, ni siquiera la promesa -falsa- de su vuelta a España le sirvió para ganar los nuevos comicios autonómicos: Ciudadanos le pasó la mano por la cara. Y otro tanto ocurrió en las de 2021 y 2024, en las que el PSC fue el ganador.

Sin embargo, Puigdemont y Junts siguen siendo incapaces de asumir esa realidad. Las urnas de verdad, las de unas elecciones limpias y democráticas -no las de un referéndum ultranacionalista, unilateral e ilegal- han hablado. Y los catalanes han dejado claro que no quieren a los posconvergentes al frente de la Generalitat. Ni tampoco el procés ni romper con el resto de España, por mucho que a Puigdemont y los suyos les cueste aceptarlo. Y otro tanto ocurre con su obligación de rendir cuentas ante la justicia por su golpe a la democracia de 2017. Todo lo demás, como los lamentables espectáculos que los independentistas planean en las próximas horas, sobra.