Ángela Dobrowolski
Una mujer fatal
Yo no digo que Josep Maria Mainat no merezca algún tipo de castigo por sus vehementes intentos de cretinización de la sociedad española, primero con el grupo humorístico-musical La Trinca y luego como fabricante de telebasura al por mayor, pero asesinarlo se me antoja una pena excesiva. Eso es, al parecer, lo que intentó su segunda esposa, Angela Dobrowolski (la primera fue mi difunta amiga Rosa María Sardà), una alemana treinta y tantos años más joven que él y que está siendo juzgada en estos momentos bajo la acusación de haber intentado cargarse a Mainat con una inyección letal de insulina. Hay que reconocer que el trinco se está portando muy bien con ella y se abstiene de echar más sal a la herida, aunque tiene motivos de sobra para desearle lo peor a la parienta. Es más, se le ve francamente dolido por lo que se huele que su Angela intentó hacerle: deshacerse de él porque estaban en trámites de divorcio y ella se enteró de que planeaba dejarla fuera de la herencia.
No hay mucha información sobre la vida previa de la señora Dobrowolski antes de su relación con Mainat. De hecho, no sabemos muy bien de donde sale ni a qué se dedica (o dedicaba). Nos enteramos de su existencia (la mayoría de nosotros) cuando empezó la crónica negra en el hogar de los Mainat. Primero, el presunto intento de asesinato para no quedarse sin los monises. Luego, una serie de absurdas salidas de pata de banco consistentes en colarse en las casas de su marido, más el numerito de los cheques falsos supuestamente firmados por Mainat y que eran una simulación asaz chapucera. Pasó por la cárcel y aprovechó para hacer amistad con otra femme fatale de medio pelo, Rosa Peral, protagonista del famoso crimen de la Guardia Urbana (que intentó lucrarse a costa de Netflix cuando esta plataforma rodó una miniserie sobre el asunto que, según ella, la exponía a una luz muy poco favorecedora).
Las últimas fotos que he visto de Angela Dobrowolski la muestran con el pelo teñido de un color rojizo tirando a imposible que ninguna mujer en sus cabales tendría el cuajo necesario para lucir. Pero dicen los psiquiatras que la han tratado que no tiene problemas mentales y es plenamente consciente de lo que hace. A mí me parece una perturbada de nivel cinco, pero, ¿quién soy yo para llevarles la contraria a los especialistas? Mal que me pese, el personaje más digno de esta siniestra historia me parece el señor Mainat, quien, o es un actor excelente, o está realmente hundido por las presuntas actividades criminales de una mujer a la que quiso mucho. Si sigue así, soy capaz de dejar de dar la lata con lo de que se lo lleven al tribunal de La Haya.