Agustí Colomines
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La primera en la frente. La victoria del PSC y la concesión de la amnistía y demás prebendas a los mandatarios del procés no han variado ni un ápice la dinámica desafiante ni el desacato de éstos a la legalidad. Esta vez, desobedeciendo al Tribunal Constitucional al permitir el voto de los prófugos Carles Puigdemont, Lluís Puig y Rubén Wagensberg en la sesión de investidura del indultado y amnistiado Josep Rull (Junts) como presidente del Parlament.
Junts, ERC y la CUP protagonizaron un nuevo atropello institucional, ahora por medio del posconvergente Agustí Colomines que, en su calidad de presidente de la Mesa de Edad, dio vía libre a este desacato. Un hecho grave, al cual se sumó su deplorable discurso iliberal y partidista durante la sesión constitutiva, impropio de un cargo que debería respetar la neutralidad y el respeto a la pluralidad ideológica.
En lugar de eso, Colomines se despachó con una soflama populista y ultranacionalista de un cuarto de hora, trufada de ataques al Poder Judicial y al sistema democrático español.
El dirigente posconvergente, en la línea de los mandatarios de la Generalitat en los últimos años, reivindicó lo que llama "desobediencia civil" frente a las leyes y sentencias que éstos consideran injustas, y reclamó "sacrificio" para alcanzar su anhelada ruptura del resto de España. Algo, cuando menos, chocante, habida cuenta de que su trayectoria política no ha destacado por ello.
Al mismo tiempo, Colomines reivindicó lo que llama "derecho a decidir", eufemismo con el cual los ultranacionalistas aluden a su pretensión de celebrar un referéndum identitario en Cataluña. En suma, un discurso y un modus operandi tendenciosos, nada institucionales, ni dignos ni representativos de lo que es la sociedad catalana real.