Britney Spears
Que alguien la cuide
Como seguidor de la cuenta en Instagram de Britney Spears (confieso que siempre le he tenido cariño), llevaba yo cierto tiempo observando que la pobre cada día parecía estar peor de la chaveta. Su obsesión por colgar videos en los que bailaba en bikini de manera descoyuntada y con la mirada ida me llevaba a pensar que igual los jueces se adelantaron un poco al decretar el final de la vigilancia a la que la tenía sometida su progenitor, Jamie Spears, un tipo que nos fue presentado en su momento como un aprovechado y un robaperas que quería controlar el dinero de su hija y que ahora parece que tal vez no tenía tanta mala intención como nos quisieron hacer creer los fans del movimiento Free Britney, algunos de los cuales, según leo en la prensa extranjera, han recapacitado tras ver los mismos videos que yo y piensan que igual la pobre Britney necesita que alguien se ocupe de ella y de su maltrecha psique.
Tras la liberación de Britney llega la protección de Britney ante sus propios excesos, aunque ella asegura que no le pasa nada y que la sociedad, simplemente, le tiene manía. Hace unos días, la policía se presentó en el hotel donde pernoctaba con su último novio -un tipo, por cierto, con antecedentes penales por violencia doméstica y conducir bajo los efectos del alcohol- y se la encontró con el pie torcido y magullado. Britney dijo que se había caído al suelo y que su novio no tenía nada que ver en el asunto, y acto seguido, aprovechó uno de sus videos en Instagram (primer plano del pinrel hecho caldo) para ciscarse en la policía y su maldita manía de meterse en sus asuntos (también ha dicho lo más grande de su padre y de su madre, a los que se empeña en presentar como los malos de su película).
Antes del perla que ahora la acompaña, recordemos que se casó con un tal Sam Asghari, un tipo sin oficio ni beneficio que le duró un año y pico y que alegó diferencias irreconciliables a la hora de obtener el divorcio. Se quejaba el hombre de la extraña costumbre que tenía Britney de despertarle en mitad de la noche, en lo mejor de su sueño, a base de bofetadas en las mejillas, aunque también es verdad que se ha cobrado un buen precio por cada sopapo, ya que recibe una pensión de su ex parienta de 10.000 dólares mensuales. Previamente, los hijos adolescentes de la cantante se mostraban mortificados por los videos de su madre bailando medio en pelotas y poniendo cara de loca (parece que los pobres se habían convertido en la rechifla de sus compañeros del instituto), y preferían vivir con su padre, Kevin Federline, de profesión desconocida, aunque se sabe que ejerció de bailarín en la troupe de Britney.
Si retrocedemos un poco más en el tiempo, recordaremos cuando a la señorita Spears, con el cráneo rapado, se la llevaba la policía porque había montado en su casa un cristo del copón a altas horas de la noche, para desesperación de su vecino (que era el pobre George Clooney). O sea, que hace tiempo que nuestra querida Britney no está bien, aunque no sepamos exactamente qué es lo que le pasa. Ahora, una de las principales preocupaciones de los que la quieren es que se está fundiendo su fortuna en viajecitos a Polinesia, que no ingresa prácticamente nada (la última vez que la vimos cantar fue con Elton John, una versión de Tiny dancer). Tras Free Britney parece que llega Save Britney (de sí misma). Esperemos que la cosa mejore porque yo le tengo cariño desde que vi el videoclip de Baby one more time (si tienen Instagram, no se pierdan el homenaje a Britney del animal de Jack Black).