Carlota Pi
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Holaluz se ha convertido en los últimos días en un compendio de todo lo que se debe evitar a la hora de afrontar una crisis financiera como la que afecta a la comercializadora de energía. Y más si se tiene en cuenta su carácter de cotizada, con lo que ello conlleva relativo a la imagen hacia los inversores.
El enésimo retraso a la hora de cumplir con los compromisos anunciados al mercado, en este caso en referencia a la presentación de los resultados a analistas, supone ahondar en un error como es la ausencia de información. Los expertos bursátiles sostienen reiteradamente que es notablemente preferible una noticia negativa a la ausencia de novedades, caldo de cultivo de ese veneno mortal que para las cotizadas es la incertidumbre.
La gerencia de la compañía, liderada por la presidenta y cofundadora Carlota Pi, no parece haber tenido en cuenta el aviso que supone la suspensión de la negociación en el BME Growth; a la espera de contar con el informe de auditoría, la respuesta no puede ser en ningún caso el silencio y aplazar de forma reiterada el calendario de citas con los diversos actores del mercado.
Tras publicar las cuentas con nocturnidad, quizá con la esperanza de que pasaran desapercibidas, Holaluz ha conseguido justamente un efecto perverso: ahora, toda la atención ya se centra en una empresa que no ha mucho llamaba nada menos que al inicio de una revolución y que ahora está enfrentada incluso a sus propios accionistas con representación en el consejo. Las explicaciones se acumulan por no ofrecerlas a tiempo. Y la sensación de que la empresa se ha hecho demasiado grande para aquellos que la dirigen crece en proporciones geométricas.