Luis Rubiales
De gañán a delincuente
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Gente como Santiago Auserón o John Sinclair hacen del mundo un lugar mejor. No es el caso de Luis Rubiales (Las Palmas de Gran Canaria, 1977), ex presidente de la Federación Española de Fútbol que saltó a la fama hace unos meses cuando no se le ocurrió nada mejor que besar en todos los morros a una futbolista (lesbiana, para más señas) y saltar como un bonobo en la grada mientras se llevaba la mano a la entrepierna (a dos metros de la reina de España). Probablemente, el hombre pensó que ahí había tocado fondo, pues se inició un proceso de cancelación en su contra al que hizo frente con displicencia y chulería, empeorando un poco más las cosas. Pero el incidente del morreo y el tocamiento de sus partes pudendas no era nada en comparación con el fregado en que anda metido en estos momentos, cuando la justicia se interesa por sus supuestas trapisondas financieras dentro del mundo del fútbol (que salpican, de paso, a su amigo Gerard Piqué, Geri, aunque no mucho, ya que el hombre es inocente o más listo que Rubiales a la hora de pasar desapercibido: Shakira debe estar esperando a ver qué pasa con él para ver si le dedica otra de sus rencorosas canciones o no).
Luis Rubiales ha dado un salto de gigante en su peculiar manera de ir por la vida. No es lo mismo comportarse como un gañán que verse acusado de corrupción, blanqueo de capitales, sobornos y no sé cuántas inmundicias más. Reconozco que he asistido a sus actuales desdichas como quien lee un libro en diagonal, pero parece que sus actividades en la República Dominicana junto a gente de una cierta baja estofa (y no me refiero a Piqué) eran de juzgado de guardia. Y debía acometerlas de la misma manera, entre desprejuiciada y simplemente grosera, en que se comportaba cuando ejercía de mandamás del fútbol español y creía que eso le daba derecho a morrear a las jugadoras y a menearse el paquete en público. No hubo refinamiento alguno en la evolución de nuestro hombre de súpergañán a tiburón de las finanzas presuntamente ilegales. De donde no hay, no se puede sacar nada.
Como jeta le sobra, Rubiales va por ahí muy ufano, asegurando que lo suyo es todo legal y que la justicia española la está tomando con él injustamente. Sólo le falta soltar la frase mágica: “Me tienen manía”. O la también muy original, “En España no se tolera el éxito”. Las cosas no pintan muy bien para nuestro hombre, pero él sigue adoptando aires chulánganos a falta de explicar de una manera convincente y verosímil de dónde salió el pastizal del que disfrutaba antes de que empezaran a embargarle hasta los calzoncillos. A ver cómo termina Súper Gañán. Su amigo Geri, mientras tanto, respira tranquilo. Espero por su bien que su exmujer no disponga de información clasificada que intercambiar por sus deudas con Hacienda…