Pere Aragonès
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Los dirigentes de la Generalitat de Cataluña vuelven a despilfarrar tiempo, dinero y recursos en sus obsesiones identitarias. Inasequibles al desaliento, y como si no hubiera graves problemas de primera necesidad por resolver en la autonomía -entre ellos, las listas de espera sanitarias, los pésimos resultados de su sistema educativo o la falta de agua, fruto todos ellos en gran medida de la pésima gestión del Govern a lo largo la última década-, el presidente catalán, Pere Aragonès, insiste ahora en una de sus reivindicaciones habituales: realizar un referéndum de ruptura con el resto de España.
ERC intenta reactivar a los votantes nacionalistas tras los malos resultados obtenidos por sus partidos en los últimos comicios. Y, para ello, se ha sacado de la chistera otra propuesta de referéndum, en esta ocasión, pactado. Una iniciativa claramente electoralista a falta de poco más de un mes para las autonómicas del 12 de mayo.
La formación que preside la Generalitat parece empeñada en reabrir las fracturas, graves heridas y perjuicios que sus votaciones identitarias causaron en la sociedad y la economía catalanas en el pasado. Por mucho que ahora se maquille bajo la supuesta fórmula de una votación acordada con el Gobierno.
Pueden pasar pandemias, saturarse los centros sanitarios y quedarse Cataluña casi sin agua, pero las fijaciones de los partidos y dirigentes secesionistas nunca cambian. Como tampoco los problemas de la sufrida ciudadanía catalana, que deberían centrar toda su atención y sus prioridades, en vez de crispar y dividir con iniciativas retrógradas, envenenadas y absurdas.