Ignacio Galán
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Iberdrola ha vuelto a demostrar una vez más lo importante que resulta marchar dos pasos por delante en el mundo de los negocios. Y mucho más, en un contexto tan complejo y cambiante como es el energético.
Cuando toda Europa habla de la necesidad de la independencia energética, a raíz de la invasión rusa de Ucrania, sobre la base de las tecnologías de bajas emisiones, la compañía que preside Ignacio Galán ha pasado ya al siguiente capítulo, el de focalizarse más en preparar las redes para el incremento exponencial de demanda que va a llegar con la progresiva electrificación de la economía y la movilidad y la proliferación de negocios emergentes como los centros de datos, que requieren del uso ininterrumpido del suministro.
En su nueva revisión del plan estratégico, tras unas cuantas mejoras de objetivos, Iberdrola ha incluido un año adicional para completar un trienio en el que las inversiones se irán por encima de los 13.000 millones de euros de media por ejercicio, con el objetivo de aproximarse a los 6.000 millones de beneficios en 2026.
Con todo, lo mejor de las perspectivas es la combinación de los números con una estrategia destinada a marcar la tendencia, trazar el camino que otros habrán de seguir. Como hace más de 20 años, cuando Iberdrola se lanzó a una decidida apuesta por la energía verde que, por entonces, fue vista poco menos que como una locura. El tiempo, el rendimiento económico y bursátil han demostrado que se trataba del camino correcto.