Mucho ha cambiado el panorama energético desde que seis años atrás Francisco Reynés accediera a la presidencia de Naturgy. Y mucho ha variado también la gestión del ejecutivo. De su mano, la energética ha sido capaz de adaptarse a una de las épocas más complicadas de las últimas décadas para un sector que ha tenido que afrontar en poco más de tres ejercicios la peor pandemia de la humanidad en 80 años y una guerra en suelo europeo en pleno siglo XXI en la que está involucrado el principal suministrador de petróleo y gas del Viejo Continente.
En este contexto, Reynés ha pasado de basarse en un plan cuyo elemento más destacado era la retribución al accionista mientras seguía la senda del resto en la transición energética, a ser tractor de la electrificación de la economía, sin descuidar en absoluto su cometido como actor relevante en la generación y comercialización de gas, aún clave para asegurar el suministro energético del país.
El progresivo viraje hacia la inversión en crecimiento orgánico, la apuesta por mercados con entornos regulatorios estables y divisas fuertes y por ser pioneros en el desarrollo, aun incipiente, de los gases de origen renovable tienen como fruto unos resultados anuales que hacen compatible el incremento de los beneficios con unas cifras de inversión que casi se han duplicado en 24 meses y el mantenimiento de una disciplina financiera sostenible, con grado de inversión en los ratings y elevados volúmenes de liquidez.
Además de todo esto, Reynés no ha cometido el error de empecinarse en sacar adelante un proyecto ambicioso, disruptivo y muy personal como Géminis, esto es, la escisión de Naturgy en dos mercantiles clonadas en su composición accionarial de origen para separar los negocios regulados y liberalizados.
Consciente de que el escenario bélico ha precipitado numerosos cambios regulatorios en el marco de la Unión Europea, que hacen muy arriesgado un movimiento de este tipo, y de que no cuenta con el apoyo decidido del actual Gobierno para afrontarlo, el ejecutivo ha decidido aparcarlo y centrarse en sembrar para poder recoger cuando el momento sea más propicio.
De esta forma, a Naturgy prácticamente no le cabe un socio estable más en su capital, una prueba del atractivo de la compañía y, al mismo tiempo, un lastre para su trayectoria bursátil, dado que su escasa liquidez le ha sacado de los índices MSCI y, con ello, del radar de cientos de carteras de fondos. Es el elemento que impide que esta gestión tenga su correspondiente refrendo en los mercados de valores. Un obstáculo para el que la compañía debería buscar un adecuado remedio.
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