Raimon Grífols Roura
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Cuando parece que la tormenta generada sobre Grifols por el huracán Gotham ha amainado, es hora de hacer evaluación de daños y, sobre todo, de tomar medidas para evitar que algo similar vuelva a suceder. En esta línea, uno de los primeros desperfectos causados por todo lo vivido durante la pasada semana en bolsa que conviene reparar de manera urgente es la confianza de los inversores. Algo que sólo se consigue a base de grandes dosis de transparencia.
Poco aconsejable resulta seguir negando la mayor, en relación con la manifiesta mejora en la gobernanza de la farmacéutica y, sobre todo, en regular las relaciones de la sociedad con los principales accionistas, en especial, la familia fundadora.
De poco sirve dar una apariencia de profesionalización del consejo dejando en segundo plano al apellido Grífols si el funcionamiento de una empresa cotizada y, por lo tanto, propiedad de decenas de miles de accionistas se parece más al de un pequeño negocio familiar, sin más participación que la de los miembros del hogar que viven de él.
El presidente de Grifols, Thomas Glanzmann, al menos admitió aspectos por mejorar en la gobernanza. Raimon Grífols, también presente en la reunión con analistas donde intervino su superior, se limitó a tachar de "invenciones" los contenidos del informe de Gotham. No admitir un error condena inevitablemente a repetirlo. Y, por lo visto durante las últimas sesiones, ni Grifols ni los Grífols tienen ya demasiado margen en este terreno.