Josep Santacreu
La nueva singladura de la Cámara de Comercio de Barcelona bajo la presidencia de Josep Santacreu va tomando forma. Aunque sea de forma brusca. La defenestración de la gerente de la entidad, Eva Borràs Balcells, una gestora con una trayectoria profesional desmarcada de la política, ha generado malestar en la parte del pleno.
El problema no es que Santacreu configure su equipo ni que haga uso de sus atribuciones ejecutivas, ya que es lógico que busque un perfil gerente desmarcado de la etapa de Eines de País. El problema estriba en la falta de finezza a la hora de ejecutar las decisiones que toma.
El presidente podría haber esperado al pleno del próximo 31 de enero para anunciar el despido de Borràs o, al menos, buscar alguna otra fórmula para comunicarlo a los miembros de la corporación. Porque el pleno es la institución, con sus mayorías y sus minorías que se deben respetar.
La cúpula de la Cámara de Comercio de Barcelona ha arropado la bandera de la no comunicación y la defensa a ultranza de un perfil bajo sin límites. Se asegura que es la fórmula con la que ganaron las elecciones que se debe preservar, sin tener en cuenta ni que parte de su éxito en las urnas es por las ganas que existían en el empresariado catalán de desbancar a los contrarios, los independentistas de la ANC de las listas de Eines de País, ni que ahora se está en una pantalla.
Santacreu tiene todo el derecho de gobernar la organización que dinamiza la economía local como le parezca más eficiente, pero la opacidad nunca ha sido buena compañera de viaje. Al final, la que sufre por las sombras que este tipo de management alimenta es la propia Cámara de Comercio de Barcelona, una institución cuya reputación ya ha sufrido en los últimos años.