España es variada, desde hace siglos, por más que algunos gobernantes actuales sean unos perfectos cansinos, reiterando hasta la estupidez -como si fuera una novedad- que nuestro país es diverso y plural. Ya lo sabían los soldados cuando eran alistados obligatoriamente años atrás. Lo sabían también los corredores de mercerías y demás representantes de telas cuando recorrían, palmo a palmo y de pensión en pensión, toda la península, excepto Portugal. Lo sabían mejor que nadie los comediantes y demás titiriteros en sus viajes a ninguna parte. Lo saben los futbolistas del sorprendente Girona, tan castellanos ellos, o los del Betis, con tantos catalanes en sus filas. En fin, por más que nuestros políticos repitan la unidad inquebrantable o la plurinacionalidad de los pueblos no van a cambiar el mayoritario sentir que es en la variedad donde está el gusto de ser español.

A estas alturas de la vida repetir como una reivindicación imperativa que España es facha si es una o es progre si es diversa y plurinacional, causa hartazgo y hastío. Es un claro retroceso a los sueños góticos o a la prehistoria tribal. Hasta ahora y fuera de Cataluña, en las cenas y comidas navideñas era difícil que un asunto tan terraplanista fuera tema de conversación. Sin embargo, desde hace una década el problema de los catalanes se comenta en muchas mesas de Nochebuena, sin que la enemistad haya sido el resultado final, como sí ha sucedido en Cataluña en muchas comidas familiares de Navidad y Sant Esteve.

Al cabo de tantos meses de polarización derecha-izquierda y de concesiones a los caprichosos nacionalistas, la Nochebuena de 2023 puede marcar un antes y un después en muchas familias. Las virulentas polémicas entre indepes y no indepes se están mimetizando en el resto del país. Como si de imaginarios vasos comunicantes se tratara, España, después del desastroso año político, va camino de uniformizarse aún más hasta en las discusiones. Paradójicamente, lo que no alcanzó Franco ni el denostado Felipe V, lo está consiguiendo Sánchez y el PSOE con sus socios plurinacionales.

La calma catalana se está logrando a costa de extender el conflicto entre las Españas. La paz en la Nochebuena de muchas casas puede haber llegado a su fin. Vamos mal si el 25 amanece con tanta inquina como la que se propagó entre la sociedad catalana durante el procés.

“Esta noche nace el niño, que es mentira, que no nace, esas son las ceremonias que cada año se hacen”. Este es un villancico que a menudo se canta en familia en un rincón fronterizo e irreverente de España, donde todos saben que no se celebra ningún dogma, ni siquiera una verdad, sólo tener la comida en paz.