Yolanda Díaz
¿Herencia universal?
Nadie puede negarle a la gallega Yolanda Díaz (Fene, 1971) su habilidad para medrar en el siempre peculiar mundo de la política española. Los de Podemos se la trajeron a Madrid y ella, tras medir sus fuerzas (razonables) y las de la tropa de Pablo Iglesias (discutibles), los apuñaló traperamente, se sacó de la manga un nuevo partido, Sumar, se deshizo de Irene Montero y su fiel Pam, atrajo a gente como Iñigo Errejón o Ada Colau y ahora se presenta a las elecciones generales del próximo día 23. Hay que reconocer que la cosa tiene su mérito: de comunista gallega a aspirante a presidenta de la nación (mientras sus antiguos valedores se mueren de asco: véase a Irene Montero enganchándose a ERC, que ya son ganas). Y todo ello sin prometer gran cosa ni presentar un programa político y económico con cara y ojos, pues le basta con asegurarnos un futuro chupiguay si la votamos. De momento, nos hemos de conformar con algunas propuestas con aire de salida de pata de banco: lo que el equipo de Muchachada Nui definiría como ideacas.
Mi favorita es la de la herencia universal, que consiste, si lo he entendido bien, en que a cada español le caerán 20.000 euros cuando cumpla los dieciocho años de edad, se supone que para ayudarle a empezar en la vida con paso firme. Si no me equivoco, cada chaval recién llegado a la mayoría de edad podrá hacer con esa pasta lo que se le antoje: financiarse una carrera universitaria, montar una empresa, viajar por todo el mundo o gastárselo todo en drogas. No negaré que yo, a los dieciocho años, habría agradecido mucho que el estado me soltara 20.000 pavos, pero, como apuntó Nadia Calviño, esa aguafiestas, ¿de dónde va a sacar el estado ese dineral? Parece que ese detallito no ha sido tenido en cuenta por Yolanda (o por el asesor lumbreras responsable de tan brillante iniciativa).
Segunda ideaca: poner al frente de los asuntos feministas de Sumar a un transexual de veintidós años que se hace llamar Elizabeth Duval, como si no pintaran ya suficientes bastos en el feminismo para seguir liándola desde una perspectiva queer (y conste que la señorita Duval parece una persona extremadamente razonable, por lo que le he leído y oído).
Tercera ideaca: la creación de una especie de teléfono de la esperanza para hombres que, de repente, sientan que ejercen una masculinidad tóxica y necesiten proceder a la autocrítica. Todo un servicio público de primera necesidad: en cuanto me sienta tóxico, lo primero que haré será llamar al número de Yolanda y ponerme de vuelta y media a mí mismo. No sé quién se pondrá al aparato, pero ahí veo yo una oportunidad de trabajo para la pobre Pam, quien puede aconsejar al que llame que se suicide cuanto antes y deje de molestar a las mujeres feministas, que, como ella dice y todo el mundo sabe, prefieren la masturbación al coito tradicional con penetración, ¡esa agresión machista intolerable!
No sé si habrá más ideacas de aquí al próximo domingo, pero con estas tres ya voy servido. Y la competencia, que tome nota y aprenda.