John Lydon
El viudo Rotten
Para ser justos, este texto debería estar dedicado a Nora Maier Forster (Munich, 1942 – Los Ángeles, 2023), quien nos dejó hace unos días a causa del Alzheimer que la aquejaba desde hacía años, pero, si tenemos en cuenta el poco caso que le ha hecho la prensa española a su desaparición, creo que su nombre habría reducido el número de mis posibles lectores. De ahí lo de titular con su viudo, John Lydon, conocido a finales de los años 70 como Johnny Rotten, vocalista del grupo punk The Sex Pistols, con el que llevaba casada desde 1979. En el 2010, la pobre Nora ya vio morir de cáncer a su hija Ariane, fruto de su primer matrimonio (con Frank Forster) y cantante del primer grupo punk estrictamente femenino, The Slits (literalmente, Las Rajas), con las que adoptó el alias de Ari Up. Y si he titulado esta columna con el nombre del señor Lydon es también, lo reconozco, porque siempre he sentido una extraña simpatía por él desde que la lio parda (con la ayuda del manager Malcolm McLaren, uno de los mayores cantamañanas de la historia del rock) al frente de los Sex Pistols. Igual es porque nacimos el mismo año, 1956, aunque también lo hicieron personajes tan discutibles como Miguel Bosé o Artur Mas. O porque, aunque a distancia, hemos envejecido juntos. No es que su carrera musical haya sido esplendorosa tras la disolución de los Pistols, aunque me gustan algunas canciones de su grupo PIL (Public Image Limited). El rebote que se cogió con la miniserie sobre los Pistols dirigida por Danny Boyle a partir de las memorias del guitarrista Steve Jones me pareció algo pueril, y lo de intentar presentarse al festival de Eurovisión en representación de Irlanda (no lo logró) me pareció indigno de su leyenda, pero, por otra parte, con algo se tenía que entretener, pues llevaba años dedicado casi exclusivamente a cuidar de Nora, catorce años mayor que él (y que yo, y que el Astut).
Modelo y actriz ocasional, Nora venía de familia rica y le dio muy pronto por la promoción musical, organizando los conciertos en su Alemania natal del mismísimo Jimi Hendrix. Llegó a Londres a finales de los años 60 y contribuyó con su propio dinero (o el de su padre) al lanzamiento de grupos punk como los Clash o los Pistols, donde, entre sablazo y sablazo del gran McLaren, por lo menos encontró al hombre de su vida, aquel chaval de origen irlandés y con los dientes podridos (de ahí el alias) que le puso voz y jeta a todo un movimiento socio-musical (y también, gracias al bueno de Malcolm, pesetero; recordemos su lema: Cash from chaos). Como ya hemos dicho, su propia hija acabó en un grupo, aunque la enfermedad se la llevara trece años antes que a ella.
Bajo su aspecto de joven tarambana, John Lydon ocultaba a un hombre de orden. No solo pidió disculpas hace poco por su canción God save the queen (coincidiendo con la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra), sino que se enamoró de una mujer mayor que él con la que, probablemente, encontró algún tipo de solución a toda la rabia que llevaba dentro desde antes de formar su primera banda de rock. No sabemos qué será de él convertido en el viudo Rotten, pero pienso seguir sus andanzas, por lamentables que sean, ya que hay amistades de juventud que nunca terminan, sobre todo si nunca has cruzado una palabra con tu hermano del alma.