Liz Truss
Todo menos dimitir
Mary Elizabeth Truss (Oxford, 1975), conocida en política como Liz Truss, acaba de presentar su dimisión por persona interpuesta, su ministro de economía Kwasi Kwarteng, al que ha cesado tras solo 38 días en el cargo a causa de unas medidas que a ambos les parecían brillantes, pero que luego resultó que no lo eran tanto. Presentar la dimisión de un secuaz es un truco muy extendido en la política internacional (aquí lo hizo hace unos años el alcalde barcelonés Jordi Hereu cuando se pegó un tiro en el pie con lo del referéndum del tranvía), pero lo único que suele conseguirse es retrasar un poco la dimisión del que le corta la cabeza a uno de sus adláteres. En estos momentos, hay clamor en el Reino Unido para que la señora Truss desaparezca del mapa político (y, sobre todo, económico). Piden su cabeza, en forma de elecciones, los laboristas, con Keir Starmer al frente. La piden también dentro del partido conservador quienes consideran que siguen haciendo el ridículo con Truss como lo hicieron con Boris Johnson. La interfecta, a todo esto, muestra una preocupante incapacidad de respuesta y protagoniza unas breves ruedas de prensa en las que a menudo no sabe qué decir (aparte de que no se le ha pasado por la cabeza dimitir porque Britania la necesita, aunque el país no se haya dado cuenta).
Las medidas financieras del cesante Kwasi Kwarteng se revelaron rápidamente como ideas de bombero que en nada contribuían a mejorar la situación económica que los mismos ingleses fomentaron al salirse de la Unión Europea tras el malhadado Brexit. Kwanteng era un tory de piedra picada, un neo con de manual convencido de que, rebajando los impuestos de los ricos, estos tendrían más dinero para gastar y la economía nacional se beneficiaría de su posible despilfarro (cuando los ricos, por definición, nunca despilfarran porque les tienen mucho cariño a sus monises). Fue anunciar las brillantes nuevas medidas y hundirse la libra esterlina y cundir la preocupación en instancias europeas. Conclusión: Kwarteng, a la calle, ¡por pasarse de tory! El sustituto, Jeremy Hunt, que ya fue ministro de Exteriores con Theresa May y que tiene fama de moderado, centrista y, en tiempos, opuesto al Brexit, hereda la cartera de Kwarteng y anuncia unas medidas que no tienen nada que ver con las de su antecesor, con lo que se calman un poco las cosas en Gran Bretaña y en la Unión Europea. Pero el país ha olido a sangre y no le basta con el cese de Kwarteng. Starmer, que ve cómo las encuestas les son favorables a los suyos, pide elecciones anticipadas. Los tories de toda la vida, por su parte, tienen la impresión de que librarse de Johnson para acabar con Truss no es precisamente lo que pudiéramos describir como un progreso para la causa del conservadurismo nacional y claman por la dimisión de la señora Truss.
Quien se consideraba la nueva Margaret Thatcher le está saliendo al partido conservador más rana que a Esperanza Aguirre los subordinados a los que ascendía. El cese del señor Kwarteng suena a maniobra de distracción algo desesperada. Si Jeremy Hunt hace mínimamente bien las cosas, podrá aspirar a relevar a su jefa, pues el hombre ya está bregado en la lucha política (recordemos que se las tuvo con Johnson por el cargo de primer ministro). Yo diría que la gente ya se ha olvidado de su oposición al Brexit (igual que él, por la cuenta que le trae) y que si la libra deja de caer y las clases media y baja interrumpen su rápida caída por el precipicio social, el partido lo empujará hacia arriba y se deshará de la señora Truss, que actualmente da la impresión de contar con pocos apoyos, más allá del de su marido (con suerte). Hunt no parece un tory de piedra picada, pero puede que eso le favorezca en estos tiempos convulsos para el Reino Unido, donde empieza a instalarse la sensación de que ha llegado el momento de gritar “¡Sálvese quien pueda!” en vez de “Dios salve al rey”.