Este pasado viernes, la primera ministra británica, Liz Truss, se vió forzada a destituir a su ministro de finanzas, Kwasi Kwarteng, tras la esperpéntica bajada de impuestos que se llevó por delante la libra esterlina y sumió al país en un caos financiero. Fueron los mismos mercados los que inmediatamente castigaron a la premier, que ha sido criticada con extrema dureza por medios tan liberales como The Economist y Financial Times.
El día antes, la directora general del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, presentaba el informe de otoño que, como es tradicional, poco aportaba de novedoso a lo que ya se sabía sobre el estado de la economía global. Sin embargo, sorprendía su contundencia al criticar las rebajas generalizadas de impuestos que se anuncian en diversos países; un rechazo explícito de las propuestas de partidos conservadores, que tradicionalmente ven en el Fondo su institución de referencia.
El ridículo británico y el informe del fondo vienen a confirmar la insensatez de reducciones fiscales amplias, más allá de pequeños ajustes en el marco de una recomposición del marco tributario. Sin embargo, nuestros conservadores del PP, junto a alguna que otra formación europea, siguen insistiendo en que, de acceder al gobierno, llevarán adelante su anunciada rebaja generalizada, sin que ello tenga consecuencia adversa alguna.
Resulta sorprendente, pero, aún más, que tilden continuamente de populistas a nacionalistas e izquierdistas; en el fondo, no hay diferencia alguna entre el populismo que denuncian y el que subyace tras sus propuestas en materia fiscal, por mucho que pongan a la presidenta de Madrid como icono de las reducciones impositivas. Aunque quizás estén en lo cierto y el error haya sido de Liz Truss, al no haber consultado a Isabel Díaz Ayuso acerca de cómo desarrollar sus rebajas fiscales, de la misma manera que si Kristalina Georgieva hubiera analizado el caso de Madrid, y otras comunidades españolas, no se hubiera expresado con tanta contundencia.