Tania Verge
Cualquiera diría que la consejera de Igualdad y Feminismos de la Generalitat, Tania Verge (Reus, 1978) tendría mejores cosas que hacer que sumarse a la campaña Free the nipple y abogar por el derecho de las mujeres a mostrar sus pechos en todas las playas y piscinas de Cataluña. Yo diría que los derechos femeninos incluyen asuntos más urgentes que el uso o no uso del sujetador en las piscinas públicas y privadas, pero la señora Verge acaba de considerar que estamos ante un tema mayor sobre el que urge tomar partido y hacerlo sobre la idea peregrina de que si los hombres van por ahí a pecho descubierto, las mujeres deberían poder hacer lo mismo (cosa que, por otra parte, llevaban haciendo desde hace algunas décadas). Tania Verge es de los que creen que el mal recae siempre sobre los ojos del que mira, pasando por alto que los pechos femeninos han resultado desde siempre del mayor interés para el colectivo de los varones heterosexuales, cuya mirada se ve atraída de manera natural (genética, diría yo) hacia unos pechos que no se parecen en nada a los suyos (de ahí lo de la atracción, informo a la consejera, similar a la que los heterosexuales sienten por las nalgas femeninas, que son como las suyas, pero no acaban de serlo y ahí está la gracia del asunto). Según Verge, mostrar el pecho femenino es lo mismo que mostrar el masculino. Tengo mis dudas. ¿Significa eso que estoy a favor de prohibir su exhibición? En absoluto. ¡Ni hablar! Pero es inevitable que llamen la atención del varón heterosexual, de una manera positiva que debe expresarse, eso sí, con cierta discreción. La medida liberadora trae con ella cierta derivada en la línea de la ley del sí es sí que parece insinuar que el hombre que mire será considerado un machista irrecuperable y, prácticamente, un depredador sexual, un sujeto despreciable cuya mirada rijosa lo sexualiza todo de la peor manera posible.
La observación (discreta y no invasiva) de tetas y culos, con perdón, es algo que viene de serie en el varón heterosexual y que, en general, salvo en el caso de cuatro meapilas, nunca ha sido piedra de escándalo. Hay que tener presente, además, que la moda de baño femenina va cambiando según la época. Hasta hace poco, se consideraba normal mostrar los pechos y ocultar las nalgas, mientras que ahora, como sabrá quien haya visitado alguna playa recientemente, se tiende a lo contrario, a volver a recurrir al sujetador mientras se dejan las nalgas casi o totalmente al descubierto. ¿Piensa apretar la consejera para que las mujeres vuelvan a prescindir del sostén en público? ¿No sería mejor que hiciera lo que hacemos casi todos los demás, que es dejar que las mujeres se vistan o se desvistan como les dé la gana sin tener que meter el asunto por el camino del empoderamiento?
Observar con cierto deleite tetas y culos no convierte a ningún hombre en un violador en potencia. Duro, pues, con los auténticos violadores y dejemos a los varones más o menos normales obedecer con discreción a su naturaleza. Y, sobre todo, no les digamos desde un supuesto feminismo a las mujeres qué es lo que tienen que hacer cuando se plantan en una piscina a bañarse y tomar el sol. Y si la pomposa consejería de Igualdad y Feminismos no tiene nada mejor que hacer que sumarse al movimiento Free the nipple, quizás sea mejor que la chapen.