Macy Gray
Maldita TERF
El colectivo transexual (incluyendo a sus sicofantes sociales y políticos) tiene la piel muy fina y hay que ir con mucho ojo a la hora de opinar a su respecto, pues puede ponerse en marcha tu proceso de cancelación. Ha cundido en Occidente la teoría de que todo el mundo tiene derecho a ser lo que quiera ser (curiosamente, Be all you can be era el lema utilizado por el ejército norteamericano para reclutar personal) y cualquiera que ponga pegas al respecto, aunque se basen en la biología más elemental, corre el riesgo de sufrir un linchamiento mediático.
No hace mucho, la mamá de Harry Potter, la escritora J.K. Rowling fue acusada de transfóbica por decir cosas que a muchos nos parecieron extremadamente razonables. Y hace unos días le pasó algo similar a la cantante de soul Macy Gray (nacida Natalie Renee McIntyre en Canton, Ohio, en 1967) por compartir sus reflexiones al respecto con el periodista británico Piers Morgan. Sostenía Gray, sin ánimo de ofender a nadie, que uno no siempre puede ser lo que quiere ser o cree que es, y que no basta con un quirófano para convertir a un hombre en una mujer.
De forma inmediata, se le echó encima el colectivo trans, algunas de cuyas voces la tildaron de TERF (Trans Exclusionary Radical Feminist), que, si no me equivoco, es lo peor que se puede decir de una mujer desde una óptica trans. Entre Rowling y Gray, también se llevó lo suyo la actriz Bette Midler, quien, curiosamente, siempre ha sido un icono gay.
Gracias a todas estas TERF, pasaron prácticamente inadvertidos los comentarios del humorista norteamericano Bill Maher, quien dijo algo parecido a esto: “Si a los niños de mi generación nos hubieran dejado ser lo que queríamos ser, Estados Unidos estaría hoy lleno de cowboys y princesas. Yo quería ser pirata, pero, afortunadamente, nadie me pidió hora en el médico para sacarme un ojo y cortarme una pierna”. Da la impresión de que, si eres hombre, no es que puedas decir todas las gansadas que se te ocurran, pero pasas bastante inadvertido por eso, por ser un hombre, condición que parece incapacitarte para ser tomado en serio por el colectivo trans.
Ya hay en marcha instrucciones para cancelar a Macy Gray (y creo que también a Bette Midler). Y todo por recordarnos que la biología tiene su importancia y que no basta con percibirse como mujer para serlo, lo cual suena bastante razonable, sobre todo cuando vemos a diario a tantas mujeres supuestamente encerradas en cuerpos equivocados que, se pongan como se pongan, siguen pareciendo hombres disfrazados de mujer (el caso de Caitlyn Jenner, antes Bruce, es uno de los más notorios, por mucho que hasta Barack Obama la felicitara por su “valeroso viaje”).
Hay un sector de la comunidad transexual que se toma como insultos y ofensas cualquier comentario que disienta mínimamente de la línea oficial, que es la que siguen de manera acrítica algunos políticos que se consideran progresistas (véase la ley trans del gobierno español, basada en la fe y en la autopercepción, que prima los sentimientos sobre la ciencia y que, si hacemos caso a Maher, llenará el país no de cowboys y princesas, sino de tuertos con pata de palo).
La cuestión trans ha logrado dividir el movimiento feminista. De momento. Pero las condenas de Rowling, Midler y Gray parecen apuntar directamente a una caza de brujas. Brujas TERF, por supuesto.