Santi Vila
Siempre a flote
Dice Santi Vila (Granollers, 1973) que se está pensando lo de volver a la política, un ámbito que aseguró querer perder de vista hace unos años, cuando se vio metido por su mala cabeza en el follón del prusés, del que tuvo que salirse diciendo Diego donde había dicho Digo (o viceversa) y confiando en que la justicia española no se cebara mucho con él. Parece que nuestro Santi le ha echado el ojo a Centrem, una agrupación de exconvergentes como él que no están por la independencia, pero tampoco están del todo en contra, sino todo lo contrario. Pero antes tendrá que esperar a que la justicia se pronuncie a su respecto, pues pende sobre él la espada de Damocles de la inhabilitación por su participación en el célebre choque de trenes de octubre de 2017. Cierto es que el señor Vila se tiró de su tren justo antes del encontronazo, pero no es menos cierto que hasta entonces había estado arrojando leños a la caldera de la locomotora con un entusiasmo digno de mejor causa.
Ahora va diciendo por ahí que él nunca fue independentista y que el prusés fue un delirio que se convirtió en un modus vivendi para más de uno (aunque no se refiere a sí mismo, por mucho que lo pueda parecer). No sabemos si su (posible) regreso a la política se debe a un sincero interés por contribuir al bien común de los catalanes o a que se pasa algo de frío en el mundo real, pero yo creo que en Centrem le pueden acabar haciendo un sitio. Total, no van muy sobrados de cracks y el señor Vila, por lo menos, es un tipo educado, simpático y con don de gentes que nunca les hará quedar mal. Fijémonos en su trayectoria política: tras una breve estancia en las juventudes de Esquerra Republicana, se hizo de Convèrgencia y ahí se quedó hasta el desastre del 17, supongo que para no hacerle un feo a nadie. En la fase final del prusés se le detectó cierta bipolaridad consistente en que unos días se levantaba indepe (llegó a decir que, si había que ir al trullo, se iba) y otros, autonomista de toda la vida. Además de ser alcalde de Figueras entre 2007 y 2012, ejerció de diputado en el Parlamento catalán de 2006 a 2013, llegando a ocupar tres carteras diferentes en los gobiernos de la pre república (siempre destacó por sus excelentes modales y por llevarse muy bien con los ministros del enemigo). A medida que se acercaba el anunciado choque de trenes, se fue poniendo algo nerviosito y acabó saltando en marcha del suyo para evitarse daños mayores, cosa que logró, pues cuando detuvieron a todos los conspiradores, nuestro Santi fue el único que salió a la calle tras pasar una noche a la sombra (a partir de ese momento, los lazis más recalcitrantes le cogieron una tirria tremenda que, si no me equivoco, se mantiene incólume a día de hoy).
Tengo la impresión de que, al catalán medio, lazi o no, le da un poco lo mismo lo que pueda ser de Santi Vila. Pese a la inquina que le profesan los irredentos, es un hombre que no se presta a grandes pasiones, ni a su favor ni en contra. Parece un tipo simpático que se ha acostumbrado a vivir muy bien del erario público y que no ha acabado de encontrar su lugar en la vida civil. Nadie sabe qué piensa exactamente de nada, pero puede que eso juegue a su favor. Y total, aparte de Centrem, no hay muchos más sitios en los que se pueda presentar a poner el cazo: al mundo lazi no hay quien vuelva (porque está medio hundido y, además, se le detesta) y en el mundo constitucional nadie debe fiarse mucho de él. Igual entre los rebotados convergentes hay futuro. Y hay que reconocer que se lo está trabajando muy bien a base de poner de vuelta y media a los mismos a los que anteayer hacía como que apoyaba. No sé si tiene madera de político, pero como trozo de corcho es insuperable.