Carmen Mola
Un millón por tu silencio
La identidad de la escritora Carmen Mola, responsable de unos thrillers espeluznantes (en el sentido real, no metafórico, pues son fuertecitos y enganchan hábilmente al lector) que se han vendido como rosquillas (para no repetirme, les remito a un viejo artículo mío que acaba de exhumar Letra Global, el suplemento cultural de este diario), era uno de los secretos mejor guardados de la actual narrativa española. Se especulaba sobre si era una perfecta desconocida o si, por el contrario, se trataba de una autora famosa en otro género que gozaba de una vida alternativa con los relatos policiales. Pero al final resultó que ni una cosa ni otra: bajo el alias de Carmen Mola se ocultaban tres señores llamados Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero (hijo, por cierto, del gran Antonio Mercero, inolvidable creador de series de televisión como Crónicas de un pueblo y Verano azul). Y que su secreto tenía un precio: concretamente, un millón de euros, que es lo que se acaban de llevar los hermanos Mola por su nueva novela, La bestia, un thriller de ambiente decimonónico que se ha llevado este año el premio Planeta.
Me alegro por ellos, ya que disfruté enormemente de sus esfuerzos anteriores, La novia gitana (2018), La red púrpura (2019) y La nena (2020). El cuarto, Las madres, aparecerá en marzo del año que viene y no me lo pienso perder: las historias bestias y truculentas de Carmen Mola no se leen, se devoran, y es un misterio para mí cómo se consigue poner a trabajar en el mismo libro a tres personas distintas y que el resultado sea tan compacto, eficaz y contundente. Con este premio, además, Planeta da una nueva vuelta de tuerca a su política de galardones, que hasta ahora se inclinaba alternativamente por escritores de fuste (el último fue Javier Cercas) y personajes mediáticos con programa en televisión (no diré nombres): la ficticia Carmen Mola es una escritora popular que ha triunfado a pulso, gracias al boca-oreja, y, al mismo tiempo una espléndida autora de novelas policiales, sector gore, que no tiene nada que envidiar a sus equivalentes anglosajones o nórdicos.
Por el mismo precio --lo cortés no quita lo valiente--, Planeta le sopla a Alfaguara uno de sus autores más comerciales, que nunca está de más en el negocio editorial. Y dados los ingresos monumentales generados por las novelas de la inexistente señora Mola, que han alcanzado un número de ediciones insólito por estos pagos, yo diría que Planeta juega sobre seguro y no tardará mucho en recuperar la inversión. Por su parte, el lector medio podrá hacerse con un libro que, si las cosas no se han torcido con el cambio de escenario del Madrid actual al de mil ochocientos y pico, puede estar la mar de bien.
Por cierto, los falsos hermanos Mola no eran del todo unos desconocidos: cada uno de ellos cuenta con novelas editadas a su nombre y todos (o casi todos) han trabajado como guionistas para la televisión en series que han funcionado muy decentemente. Enhorabuena para ellos y para Planeta, que ha encontrado un dignísimo término medio entre el premio literario y el premio popular (o a veces populachero), le ha asestado una brillante puñalada a la competencia y ha podido, ante la lenta retirada del coronavirus, celebrar como Dios manda su sarao anual, que esta vez hasta ha contado con la presencia de los reyes de España (lo cual ha motivado la ausencia del presidente de la Generalitat, especialista en quedar como un cochero en asuntos de protocolo, pompa y circunstancia).