Spencer Elden
Suicídate para esto, Kurt
Hay en California un vago de siete suelas llamado Spencer Elden cuyo momento de gloria tuvo lugar hace treinta años, cuando tenía cuatro meses de edad y su padre lo arrojó desnudo a una piscina para una foto que sería la portada del álbum de Nirvana Nevermind. Que se sepa, ese ha sido el único trabajo conocido del señor Elden hasta la fecha, y el hombre ha decidido rentabilizarlo como Dios manda de una vez por todas. Hasta ahora se limitaba a reproducir su icónica imagen cada vez que se celebraba algún aniversario del disco que marcó el momento álgido del grunge, pero vestido o medio vestido, que ya no tenía edad para ir enseñando la pilila como cuando tenía cuatro meses. Igual así se sacaba unos pavos, pero es evidente que no debía recaudar gran cosa porque ahora ha tirado por el camino de en medio y se ha propuesto vivir el resto de su existencia a costa de un grupo que ya no existe y cuyo líder, Kurt Cobain, se voló la cabeza años ha porque no aguantaba el mundo en el que le había tocado vivir (igual tuvo una premonición de la broma pesada que le iba a gastar un mal día el bebé de marras, pero no lo puedo asegurar, como tampoco estoy del todo convencido de que se suicidara para perder de vista a su mujer, Courtney Love, según afirman algunos desalmados).
Sostiene Spencer Elden que lo que Cobain, Grohl y el otro miembro del grupo cuyo nombre nunca recuerdo (es como el del medio de Los Chichos) hicieron con él fue pornografía infantil. Y que, más o menos, le jodieron la vida. Y que eso hay que repararlo. Con dinero, claro. Concretamente, con dos millones y medio de dólares. Así que, con la previsible ayuda de uno de esos abogados que en los USA se definen como ambulance chasers, el amigo Spencer pretende forrarse el riñón gracias a los únicos veinte segundos de su vida en los que hizo algo más que rascarse las gónadas.
Spencer, muchacho, lo tuyo no tiene nombre. Tu padre era amigo del fotógrafo. Figurar en la portada de un disco tan relevante e influyente como Nevermind debería llenarte de orgullo, aunque estés en pelotas y contemplando un anzuelo del que pende un billete de dólar (ahí te calaron, chavalote). ¿Tú crees que alguien se va a tragar tus supuestos traumas por haber excitado a miles de pedófilos supuestamente repartidos por el mundo durante treinta años? Hace unas semanas, una señora que va para septuagenaria acusó a Bob Dylan de haberla violado cuando era una pobre niña inocente de 12 añitos de edad. No le ha hecho caso nadie, tal vez porque recuperar súbitamente la memoria de algo sucedido a finales de los 60 a estas alturas del curso suena a añagaza para sacarle los cuartos al provecto señor Zimmerman. Igual que lo tuyo con el pobre Kurt Cobain, a quien le debes tu único momento de gloria. ¿Y así se lo agradeces, ganapán?