Stanley Johnson, padre de Boris Johnson
Yo me hago francés, Boris
Si eres inglés y te sale un hijo tonto, ya puedes matricularlo en Eton y en Oxford que seguirá siendo un gañán toda su vida, pues, como decimos en España, lo que Dios no da, Salamanca no lo presta. Dada la peculiar manera de ver el mundo que tiene la clase alta británica, eso sí, el muy ceporro puede llegar a alcalde de Londres y hasta a primer ministro de Gran Bretaña, así que, para intentar jorobarle un poco, lo único que puedes hacer es felicitarle por el Brexit a tu manera, anunciándole tu decisión de solicitar la nacionalidad francesa con la excusa de que tu madre nació allí. Es lo que acaba de hacer Stanley Johnson, el papá de Boris, en su segunda salida de pata de banco relativa a las andanzas de su chaval (la primera fue exigirle, en plena pandemia, que ni se le ocurriera cerrar los pubs). Para acabarlo de arreglar, los hermanos del hombre del estropajo en la cabeza, Rachel y Jo, son fervientes europeístas. Menos mal que le queda su novia, Carrie Symonds, famosa por tener muy malas pulgas (después de la irascible ministra Priti Pattel, creo que ya va ella entre los tories) y por montar unas tanganas en el piso previo al 10 de Downing Street en las que volaban las cacerolas y se oían unos berridos que tenían muy alarmado al vecindario.
Las fiestas navideñas de los Johnson han debido ser un jolgorio mayúsculo para el pobre Boris. Entre papá, que amenaza con hacerse francés (una manera de decirle a su hijo que lo considera un merluzo y que no lo da en adopción porque es muy mayor y no lo querría nadie ni lo deposita en el convento de monjas más cercano porque el chiquillo ha salido grandullón y no cabe en el torno), sus hermanos, que son de un cosmopolita francamente ofensivo, y la parienta, que es capaz de liarse a sopapos con su familia política entre el pavo y el pudding, la cosa ha debido ser como para grabarla en video y emitirla en el prime time de la BBC.
Se adivina en el señor Johnson un humor británico tan canalla como eficaz que me causa cierta admiración. La humorada de los pubs es brillante. Y lo de hacerse francés es aún más hiriente. Pero yo le comprendo. El hombre se dejó una pasta en Eton y en Oxford para que ahora Boris le chape los pubs y lo saque a empujones de la Unión Europea, dos entornos en los que el bueno de Stanley parecía encontrarse en su elemento. Por no hablar de la que se va a liar con Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Hasta lo de Gibraltar ha salido como el culo y los británicos van a tener que enseñar el pasaporte para acceder a ese putrefacto peñón trufado de micos asquerosos, mientras que la brigada Schengen podrá plantarse en él con el DNI.
No sé ustedes, pero yo me solidarizo completamente con el gran Stanley. Con Boris al mando, lo más inteligente es cambiar de nacionalidad, y si mamá era francesa, ¿pues a qué estás esperando? ¡Ya tardas, Stan! Y piensa que tu capacidad de asombro ante los logros de tu hijo puede verse incrementada por los acontecimientos. A este paso, tras la pérdida del imperio puede llegar la disgregación de Gran Bretaña, algo que te parecía imposible de conseguir hasta por parte del lumbreras de tu hijo, que no deja de sorprenderte ni a ti ni a la humanidad. Ya sé que la cosa te pilla mayor, Stanley, pero vas bien encaminado: tal y como te ha puesto el panorama ese genio que tienes por vástago, mejor ser de Francia que de Tontilandia.