Jaume Asens
Nacido para incordiar
En su soberbia novela Vida privada, Josep Maria de Sagarra definía a un personaje como uno de esos sujetos que parecen haber venido a esta vida para hacerla más desagradable de lo que ya es. En parecidos términos se refería Dostoyevski a los cochambrosos conspiradores de Los demonios y a su jefe, el demenciado príncipe Stavrogin. Estos funestos personajes me vinieron a la cabeza hace unas noches, mientras veía en el Més 3/24 (programa que frecuento para indignarme, para que me corra la sangre y para sentirme vivo, de la misma manera que Ignatius J. Reilly se tragaba películas de Doris Day para superar la abulia moral) a Jaume Asens entrevistado por Xavier Graset en su habitual tono melifluo y obsequioso, pero sin exagerar, ya que Asens es un lazi de manual, pero colabora con los enemigos de Cataluña que militan en Podemos y eso, en TV3, no acaba de estar muy bien visto.
De hecho, Asens es un diputado del parlamento español, como su amigo el peronista Pisarello, aunque su misión consista en dinamitarlo trabajando por la instauración de la república española, paso previo a la república catalana, por supuesto. Dios le conserve la vista a Pablo Iglesias: aunque muchos en Barcelona agradecimos que nos quitara de encima a los Hermanos Malasombra del ayuntamiento, lo cierto es que se ha desvestido a un santo para vestir a otro, pues ahora los barceloneses hemos socializado el sufrimiento y al peronista fetén y al peronista honorario los tienen que aguantar en toda España.
Asens aprovechó la genuflexa entrevista de Graset para anunciar en voz alta su deseo de que Felipe VI no vuelva a poner jamás los pies en Barcelona. Exacto, el tipo ante el que tuvo que prometer su cargo para poder acceder al sueldo de diputado: al igual que Tortell Poltrona, Asens también cree en la sodomía remunerada. Él es republicano, independentista y antisistema, pero el dinerito que le garantiza una monarquía parlamentaria le viene muy bien: la mayoría de la gente, para llegar a fin de mes, se ve obligada a trabajar, mientras que a Asens le basta con despotricar del régimen del 78, no reírse de los restos de gato muerto que luce su jefe de filas en la coronilla, considerar que una cajera de supermercado reciclada en ministra por la patilla dignifica las burguesas y satinadas páginas de Vanity Fair y calentar un escaño con la expresión de contrariedad del que preferiría estar montando el cadalso en el que ejecutar al rey.
Ya no tiene ni que defender a sociópatas criminales como Rodrigo Lanza, por el que Graset, evidentemente, ni le preguntó. La cuestión, Xavier, por si se te vuelve a presentar la ocasión, sería algo así como: “¿No le da vergüenza haber defendido a un sujeto como el señor Lanza, contribuyendo en cierta medida a que anduviera suelto y pudiera trasladarse a Zaragoza para asesinar a alguien cuyos tirantes no aprobaba?” Me gustaría ver la cara de Asens ante semejante pregunta, aunque estoy seguro de que se le ocurriría algo para justificar lo injustificable, ya que en eso se ha especializado desde que entró en política con la única intención de envenenar el ambiente y, como el personaje de la novela de Sagarra, hacernos la vida más desagradable de lo que ya es a quienes somos reacios al guerracivilismo, al lazismo y al republicanismo Galapagar style y devotos de la expresión Tengamos la fiesta en paz.