Tortell Poltrona
Aunque en el prusés abundan los payasos en sentido metafórico, los que lo son en sentido literal escasean, reduciéndose, prácticamente, a dos: Jordi Pesarrodona, el que se hizo una foto con su nariz roja junto a un picoleto y acabo encajando unos sopapos de las fuerzas del orden el día del butifarréndum (ambos asuntos no están relacionados, pero podrían estarlo perfectamente), y Jaume Mateu, en arte (con perdón) Tortell Poltrona, que hace unos días disfrutó de esos quince minutos de gloria que Andy Warhol le prometió a todo ser humano con su lectura del pregón de la Mercè, patrona de Barcelona (junto a la siempre marginada Santa Eulalia).
Ada Colau dijo que el pregón había sido precioso (esta mujer tiene un ojo insuperable para estas cosas). Manuel Valls y Mariluz Guilarte se largaron a medio discurso, dejando al payaso con la palabra en la boca. Josep Bou se lo tragó entero por motivos que solo él conoce. Como ya sabemos todos, el gran Tortell hizo el lazi a conciencia, tildando de inadaptados a los que viven aquí, pero no aprenden catalán ni que los maten, y afirmando que su lengua y su cultura son sodomizadas a diario por esa gentuza y, por extensión, por todos los españoles en general, convencidos como dijo que están de que su idioma es más guay que el de la autora de sus días, la señora Poltrona.
Yo creo que la mención a la sodomía fue uno de esos actos fallidos de los que hablaba Sigmund Freud. Y es que Tortell Poltrona, aunque tal vez prefiera no recordarlo, fue sodomizado en 2013 por el perverso Estado español mediante la concesión del Premio Nacional de Circo. Nuestro hombre se deja sodomizar, pero no gratis: no me consta que rechazara el galardón ni, especialmente, los 30.000 euros de dinero del contribuyente español que lo acompañaban. Puede que los ñordos den asco, pero sus billetitos huelen tan bien que parecen provenir de una imprenta de la Cataluña profunda. No sé si los premios nacionales se pueden retirar como se retiran las medallas de oro de la ciudad que sea, pero si tal cosa es factible, no estaría mal empezar con el que le cayó al señor Poltrona por motivos discutibles: dudo mucho que – cuando tienes la gracia en el culo, como es el caso- presentarse en países del tercer mundo sometidos a horrores sin cuento para traumatizar a sus pobres niños, ya maltratados por la realidad, con tus muecas y tus zapatones merezca recompensa alguna.
Tortell Poltrona ha protagonizado una polémica de chichinabo porque no puede aspirar a otro modelo de conflicto. Lo suyo es soplarte 30.000 machacantes y luego ponerte verde. Si se trataba de trabajarse una subvención en una época tan dura para el arte (y ya no te digo para sus gansadas), no hacía falta sobreactuar: con la lectura de la cartita del presidiario Cuixart iba que chutaba. La sobreactuación es peligrosa porque puede volverse en tu contra: mejor no denigrar la sodomía cuando tú te prestas a ella por dinero.