El sociópata alternativo
Cómo echa uno de menos los tiempos en los que Chile nos enviaba a personajes como Bigote Arrocet, humorista siniestro, pero inofensivo como ser humano. Ahora tenemos que pechar con sujetos como Gonzalo Boye o Rodrigo Lanza, dos tipos francamente despreciables, cada uno a su manera: el primero agradece a España la carrera de Derecho que se sacó cuando estaba en el trullo por colaborar con ETA haciéndole la puñeta en la esfera internacional con su defensa del fugitivo Puigdemont; el segundo, a la espera de su genuina vocación, que sigue sin estar clara, inicia en nuestro país una esforzada carrera de serial killer, primero dejando tetrapléjico a un guardia urbano en Barcelona y luego asesinando en Zaragoza a un señor que lucía unos tirantes con la bandera española (a todo esto, su señora madre, que Dios la bendiga, dirige durante una larga temporada la asociación humanitaria Iridia, subvencionada por los comunes, mientras insiste en que su chaval es inocente; para acabarlo de arreglar, dos indocumentados ruedan un documental, Ciutat morta, en el que Lanza es presentado como una víctima del sistema, y el ínclito Jaume Asens se encarga de su defensa).
Es evidente que al señor Lanza --que ya no viste de insumiso oficial y luce unas camisas a lo Valtonyc muy pulcras-- no acaba de funcionarle muy bien la cabeza. Una cosa es okupar un edificio y otra, lanzarle una maceta al guardia que tienes más a tiro. Una cosa es considerar de mal gusto los tirantes con banderita (sea ésta la española o cualquier otra), como me pasa a mí y a muchos otros, y otra matar a golpes al responsable de tan discutible opción estética. La operación guardia urbano se prestaba a la manipulación interesada de documentalistas (se quedaron el dinero del premio Ciudad de Barcelona, pero no quisieron darle la mano al alcalde Trias, variante alternativa de la célebre frase de La Chunga a su guitarrista después de cada actuación: “¿Tienes el talón? ¡Pues vámonos!”) y demagogos de la abogacía como el señor Asens, pero el asesinato de un señor con tirantes discutibles estéticamente era indiscutible legalmente. Y, sobre todo, despejaba cualquier duda sobre la manera de ser del señor Lanza: el posible muchacho antisistema al que se le había ido la mano se revelaba como un sociópata violento de mecha muy corta que constituía un peligro para sus semejantes.
Se le acaba de juzgar por segunda vez por el asesinato del de los tirantes y la cosa le ha salido peor que la primera: le han caído entre 20 y 25 años de cárcel. Si quiere volver a matar a alguien, va a tener que seleccionar a su víctima entre la población reclusa. Y hasta el momento, no hemos oído ni una palabra de Asens al respecto ni me consta que los autores de Ciutat morta hayan devuelto el premio y el dinero. Quiero creer que la madre del sociópata ya no ronda por la fundación Iridia (que sigue recibiendo subvenciones del colauismo), pero no lo digo por mezquindad, sino porque va a estar muy ocupada visitando a su querido niño en el talego.