Roger Torrent
Que alguien me espíe por favor
El supuesto espionaje sufrido por Roger Torrent, presidente del Parlamento catalán, es lo mejor que le podía pasar a alguien tan irrelevante e inane como él. Lo mismo puede decirse de Ernest Maragall, reputado tránsfuga socialista reciclado en independentista súbito cuya tendencia a la hipérbole le ha llevado a afirmar que lo de los móviles intervenidos gracias al programa israelí Pegasus es más grave que el Watergate (como si el presidente de los Estados Unidos fuese un cargo menor comparado con los que ocupan Maragall y Torrent en “la república catalana que no existe, idiotas”).
Torrent da por seguro que le espiaba el CNI, como también sospechaba en su momento Eduard Pujol cuando aseguraba que le seguía por Barcelona un desconocido en patinete. El CNI lo niega, pero eso no demuestra nada, dado que su función es vigilar a la gente y, a ser posible, sin que se note. Caso de que se trate del CNI, debo decir un par de cosas al respecto:
1/ Debe haber tontos a granel en el cuerpo, pues con la cantidad de sujetos peligrosos que hay en España, escuchar las aburridas conversaciones de Torrent son ganas de perder el tiempo y malgastar recursos humanos. ¿No saldría más a cuenta, puestos a orillar la ley, intervenir el móvil de Puchi o el del beato Junqueras? Torrent será la segunda autoridad de la inexistente república catalana, pero teniendo en cuenta cómo se las gasta la primera, no puede decirse que sea un hombre de una relevancia exagerada (el Tete Maragall es, directamente, un cero a la izquierda).
2/ Me parece normal que el CNI investigue a enemigos del Estado como el señor Torrent, independentista confeso (aunque pusilánime: nunca hace nada que le pueda causar el más mínimo problema con la autoridad competente). Si te quieres cargar España, no deberías sorprenderte de que España te considere lo que los anglosajones definen como person of interest, aunque no tengas ningún interés, como es el caso, y tu vigilancia se deba con toda probabilidad a un fallo del sistema o a un error de apreciación.
Esta historia me ha hecho recordar un chiste privado que cultivábamos mi amigo Ignacio Vidal-Folch y un servidor. Hace un tiempo, cuando hablábamos por el móvil, creíamos escuchar unos extraños crujidos --motivados seguramente por nuestros teléfonos baratos-- que nos llevaron a bromear sobre la existencia de un esbirro de la Generalitat --al que bautizamos como Caporal Ferrerons-- que espiaba nuestras charlas desde el interior de una furgoneta camuflada mientras se inflaba a butifarra con judías. De vez en cuando, si el crujido era especialmente espectacular, interrumpíamos la conversación y nos ciscábamos de forma grosera en el pobre Ferrerons, conscientes de que no se podía permitir respondernos para no delatarse. Evidentemente, el Caporal Ferrerons no existió jamás (o eso creemos, con esa gente nunca se sabe). Y si alguien perdía miserablemente el tiempo escuchando las futesas de Torrent (y de Maragall), habría que echarlo del CNI y enviarlo a regular el tráfico por hacer perder el tiempo y el dinero a las fuerzas de seguridad del Estado. Aquí los únicos beneficiados son Torrent y el Tete, dos inútiles que se han venido arriba gracias al CNI o a quien sea.