Jordi Ibáñez Fanés
Dios salve a los críticos
En noviembre del año pasado, Jordi Ibáñez Fanés (Barcelona, 1962) publicó un extraño y fascinante artefacto literario titulado Infierno, purgatorio, paraíso que no pasó inadvertido, pero casi. La editorial (Tusquets) no se mató precisamente promocionándolo, las ventas yo diría que fueron discretas (no llegó a la segunda edición, si lo recuerdo bien) y la crítica tampoco sobreactuó a la hora de alabarlo (aunque en Letra Global contó con los elogios de Manel Manchón y un servidor de ustedes). De ahí que me sorprendiera hace unos días la noticia de que Infierno, purgatorio, paraíso se hubiese alzado con el Premio de la Crítica a la mejor novela publicada en 2021, concedido por la Asociación Española de Críticos Literarios. Lamentablemente, esa noticia también se ha publicado con sordina, no se fuera a enterar alguien y le diera por hacerse con el libro.
Aunque cada año se publican un montón de novelas en España a las que nadie hace el menor caso, me temo que una de esas peculiares manos negras que actúan en la sombra en nuestro país ha contribuido a que al libro del señor Ibáñez no se le prestara la atención debida (y si no es así, me disculpo y acepto que se me considere un paranoico).
¿Motivos? Pues solo se me ocurre uno: Infierno, purgatorio, paraíso es una monumental tragicomedia sobre el prusés en la que el autor no oculta la grima que le ha dado todo el asunto y así se lo explica al lector en lo que es un ajuste de cuentas en toda regla con una sociedad, la catalana, y su responsabilidad en uno de los mayores disparates que se hayan visto recientemente en nuestro país. La sátira, además, no se quedaba simplemente en eso, sino que iba bastante más allá, sobre todo estilísticamente, de una manera que a veces no le ponía las cosas fáciles al lector, quien se veía obligado a perseverar en la lectura para acabar haciéndose con el premio gordo una vez concluida.
Infierno, purgatorio, infierno no se contenta con ser una farsa sobre el prusés (aunque también lo es), sino que muestra una gran ambición literaria al optar por el que tal vez sea el camino más difícil para un tema como éste. Dada la catadura moral (y la tendencia al ridículo) de los principales involucrados en la astracanada independentista, hubiera bastado con una comedia ligera (o no tan ligera) para desenmascarar a los protagonistas de la célebre salida de pata de banco de octubre de 2107.
Pero el autor prefirió meterse voluntariamente en camisas de once varas para fabricar una historia con múltiples ramificaciones que tratara de describir el clima de insania generalizada que ha imperado en el nacionalismo catalán desde la primera victoria de Jordi Pujol y que acabó conduciendo al espectacular ridículo de hace unos años. Tampoco optó por un estilo lineal, sino que dividió su obra en tres partes que se acababan complementando, aunque al principio pudiera dar la impresión de que iban cada una por su cuenta. El resultado fue un texto épico a partir de algo que, pese a su apariencia, no lo era tanto. Y uno de los libros que más disfruté el año pasado, aunque sintiéndome, como ya tengo por costumbre, un poco solo y sin apenas nadie para comentarlo. No sé cómo se portó la prensa española con Infierno, purgatorio, paraíso, pero la catalana fue parca en su atención. Me pregunto por qué. ¿Ustedes qué creen?