Jordi Ibáñez, autor de 'Infierno, purgatorio, paraíso', en la entrevista con 'Letra Global' en el café Joséphine / LENA PRIETO (LG)

Jordi Ibáñez, autor de 'Infierno, purgatorio, paraíso', en la entrevista con 'Letra Global' en el café Joséphine / LENA PRIETO (LG)

Letra Clásica

Jordi Ibáñez: “Pujol quedará mal: la corrupción ha sido sistémica, profunda, bestial"

El escritor, autor de 'Infierno, purgatorio, paraíso', señala que el independentismo espera de forma desesperada que Casado gobierne con Vox

30 diciembre, 2021 00:00

Jordi Ibañez Fanés (Barcelona, 1962), se ha atrevido a afrontar un ejercicio difícil, casi una locura. Es profesor en el Departamento de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra, autor de novelas como Una vida en la calle (2004) o Un quartet (2019), o de ensayos como La lupa de Beckett (2004); Antígona y el duelo (2009) o Un dilema moderno (2019). Y ahora redescubre la Cataluña reciente con la novela Infierno, Purgatorio, Paraíso (Tusquests), con una versión también en catalán, del propio Jordi Ibáñez. Podía haber escrito un ensayo, señala en esta entrevista con Letra Global, pero la ficción le permite dialogar con Capgràs-Pujol, con un curioso señor Clotas y en las páginas de la narración aparecen en una posición secundaria Gas-Mas; Capavall-Maragall y Puntilla-Montilla. De fondo, una profunda reflexión sobre la Cataluña contemporánea, que muestra un enorme conocimiento de la evolución cultural e intelectual del país. Jordi Ibáñez, hijo del periodista Manuel Ibáñez Escofet, conoce el paño. Y tiene claro lo que ha sucedido: “Pujol quedará mal: la corrupción ha sido sistémica, profunda, bestial".

--Pregunta: En los últimos meses la palabra decadencia está en todos los labios, en Barcelona y en el conjunto de Cataluña. Pero, ¿se puede hablar de decadencia moral, a partir de su novela?

--Respuesta: La idea de decadencia es fuerte, sí, pero es lo que tenemos, y no solo moral. La definición psicológica o económica es algo clásico, que este país ha experimentado en otros momentos históricos. La Reinaxença fue, por ejemplo, un resurgir tras mucho tiempo de decadencia. Es algo, en todo caso, que es progresivo. Nunca viene de golpe. Y creo que la burguesía lo ha visto con mayor agudeza, lo percibe desde el inicio del procés independentista. Es una decadencia cultural también, no sólo económica. Y la decadencia moral es el epifenómeno, el acompañante de eso. Y es cierto, como se ha comentado, que el final del libro puede ser amargo, pero es también esperanzador, el paraíso está en la vida privada, en largarse mentalmente de lo que sucede.

--Ese es un concepto más liberal, dentro de una sociedad que apostó por el comunitarismo. ¿Cree que realmente refugiarse en el ámbito privado puede ser la salvación?

--Sí, defiendo una vida privada con compromisos civiles y públicos, pero la salvación es privada. Lo hemos visto ahora con esa confusión enorme con el tema lingüístico. Y la gran perjudicada de toda esa batalla es la propia lengua catalana, que ha experimentado un desprestigio social. Es una realidad, digan lo que digan.

--¿Por qué?

Se ha instrumentalizado la lengua a favor de una posición política. Cada vez hay menos gente fuera de Cataluña a la que le interese el catalán. Antes había mucha, y es cierto que ocurría porque el catalán se había asociado con la lucha antifranquista. Pero ahora no sucede. La lengua del patio no es la de los profesores. Admito que para mí ya no es un tema de preocupación.

--¿Quién quiera defender la lengua ya lo hará?

--La lengua se podrá defender si se cuenta con una capacidad de seducción, con capacidad cultural, si se considera una lengua de prestigio. Si acaba siendo la lengua de los comisarios políticos lingüísticos, lo tendrá muy mal. Todos recordamos lo que decía Adolfo Suárez sobre la imposibilidad de que el catalán fuera una lengua útil para la ciencia. Pero es que ahora la ciencia tampoco se desarrolla en castellano. Se hace en inglés. Y hemos visto en Cataluña una evolución sobre las leyes de política lingüística cada vez más agresivas, desde la moderada de 1983, hasta la Ley de Educación de 2009, con Ernest Maragall, que aprieta las tuercas, pasando por la de 1998, que surge tras la aureola del Pacto del Majestic.

Jordi Ibáñez y Manel Manchón durante la entrevista en el café Joséphine / LENA PRIETO (LG)

Jordi Ibáñez y Manel Manchón durante la entrevista en el café Joséphine / LENA PRIETO (LG)

--El narrador, Jordi Martínez, no recuerda nada, cuando uno de los protagonistas de la novela, Clotas, le pregunta sobre el pasado reciente de Cataluña. ¿Es una forma de denunciar a los ‘silenciosos’ durante los últimos diez años o un juego literario necesario?

--Puede ser, pero es, principalmente, un pretexto para que Clotas se explique y para que el narrador, que es una máscara mía, vea cómo su interlocutor no quiere tampoco recordar los nombres de los últimos presidentes autonómicos. Es una invitación al olvido. En ese sentido creo que se trata de olvidar figuras como las de Puigdemont, que, por otro lado, me parece que todavía no ha hecho todo el mal que puede hacer. Imaginemos que alguien sale de un coma y se despierta. Alucinaría. Algo que era residual, ha estado a punto de convertirse en mayoría.

--¿Y a qué se debe atribuir?

--Sin la crisis de 2008, no hay independentismo, y sin independentismo no hay Vox.

--¿Cree que es algo que sucede también porque se había preparado, porque Jordi Pujol cultivó ese terreno?

--He decidido utilizar la ficción, aunque podría haber escrito un ensayo. Ficciono la figura de Pujol, y todo el juego que permitió. Pero Pujol ha sido una figura que ha querido entender España y ha mantenido un vínculo que es indiscutible. Si se leen sus textos, se comprueba y se debe comprender su forma de hacer. Pero Pujol pierde también el control de sus hijos, los reales y los políticos, desde todos los ámbitos. Es posible que se pueda discutir que no frena nada de lo que sucede y que juega con ello. Y puede ser cierto. Pero también lo es que el Estado se equivoca, no por denunciar la corrupción, sino por hacerlo en ese momento. Convierte a Pujol en un desesperado, con su confesión de julio de 2014, y su figura pierde, al mismo tiempo, mucha fuerza. 

Jordi Ibáñez durante la entrevista con Letra Global en el café Joséphine / LENA PRIETO (LG)

Jordi Ibáñez durante la entrevista con Letra Global en el café Joséphine / LENA PRIETO (LG)

--¿Lo que apunta es que es incoherente que el Estado buscara descubrir la corrupción de Pujol en ese momento?

--Sí, es incoherente, porque lo hace interesadamente, sin pensar que Pujol es la única válvula de escape en ese instante para que pueda conectar con todo un mundo que se moviliza. Muchos hablaron con él, no solo Jorge Fernández Díaz, como aparece en la novela. Pero todo cambia a partir de julio de 2014. Es un hombre herido. Y eso no quiere decir que se le deba justificar. Lo que digo es que se hace tarde, porque la corrupción era transversal.

--Usted deja caer con sus personajes que el periodo de Pujol se asumió en Cataluña porque en el otro lado gobernaba Felipe González, y que no se escandalizó nadie por el clientelismo que se iba construyendo porque la mirada también estaba puesta en el gobierno del PSOE, que tenía una buena acogida en Cataluña.

--Sí, Pujol gobernó coincidiendo muchos años con el gobierno de González, y luego con Aznar. La colaboración fue más estrecha a partir de 1993, y fueron años de prosperidad, con la entrada en la Unión Europea. Se habla de milagro catalán, de crecimiento económico, pero es un éxito que no se explica sin el éxito de España. Felipe González llegó a cansar con aquellos sermones que protagonizaba, pero me fascina como político y como personaje.

--¿Son los únicos políticos que tuvieron proyectos claros?

--Aznar también lo tuvo. Tenía una idea de España, afortunada o no, con cambios respecto a los intereses geoestratégicos de España. Pero tuvo un proyecto. Rajoy no ha tenido ninguno. Y tampoco Zapatero.

Detalles de la entrevista a Jordi Ibáñez / LENA PRIETO (LG)

Detalles de la entrevista a Jordi Ibáñez / LENA PRIETO (LG)

--La pregunta surge siempre, y más tras la lectura de su novela. ¿Podía haber sido todo diferente en Cataluña a partir de 1980?

--Sí, pero tuvimos otra cosa, y no sirve de nada pensar en una alternativa. Invoco a Obiols, que fue víctima de un linchamiento político y social. En las fiestas de los niños convergentes se lanzaban pelotas en la cara de muñecos que representaban a Obiols. La realidad es la que tenemos. Y sigo creyendo que la solución es muy complicada. La tendencia actual es la que dominará. El independentismo espera de forma desesperada que Casado gobierne con Vox. Es un chantaje a la democracia española, porque rompe la alternativa necesaria en cualquier país entre izquierda y derecha.

--Surge una cuestión en la novela, cuando se refiere a los 'economistas' de la Pompeu Fabra. ¿Son los grandes responsables?

--Hay un grupo de economistas que se pronunció en su momento. Es la arrogancia de la academia, que se siente protegida y que tiene un enorme prestigio internacional. Hay mucho académico catalán en el extranjero, que se quiere sentir diferente de los hispanos que también circulan en universidades norteamericanas. Y han exhibido esa arrogancia. Me recuerda a Rovira i Virgili, que en su obra Los últimos días de la Generalitat republicana hace referencia a los catalanes que se encuentran en el exilio con extremeños y andaluces. Y dice que espera que los franceses “no los confundan --a ellos, los catalanes, —con esa gente”. Esos economistas decían que en el conflicto, durante el proceso independentista, España tenía las de perder. ¿En qué planeta viven? En todo el procés los filósofos-periodistas han sido decorativos. Los que han sido importantes y muy responsables de lo sucedido son esos economistas.

--Clotas es el personaje central, el que dialoga con Pujol y se cantan los dos las cuarenta. Y tiene un archivo que preocupa a Pujol, porque está obsesionado por su legado, por lo que se dirá de él en el futuro. ¿Cómo quedará Pujol?

--Pujol quedará mal, porque la corrupción ha sido sistémica, profunda, bestial. Se recuerda poco la relación con el juez Pascual Estevill, con el abogado Piqué Vidal y todo lo relacionado con Banca Catalana. Es insoportable toda esa etapa. La mejora económica de Cataluña no se explica, como decía, sin la mejora de España. Y es cierto que Pujol ayudó a la gobernabilidad y eso es una virtud. Pero solo hay que releer trabajos periodísticos como los de Félix Martínez y Jordi Oliveres para comprobar que fue, repito, insoportable. Libros como Estevill y el clan de los mentirosos, muestran toda una época que deja a Pujol en un muy mal lugar. En la novela aparece Alfons Quintà, pero temo que Quintà sea el espantajo para decir que fue el único perverso. Y no actuó en solitario.

El libro de Jordi Ibáñez Infierno, purgatorio, paraíso / LENA PRIETO (LG)

El libro de Jordi Ibáñez Infierno, purgatorio, paraíso / LENA PRIETO (LG)

--Quintà, el hacedor de TV3, no se entiende sin Pujol. En la novela juega con la idea de que son la misma persona, que se intercambian la máscara para hacer de uno y de otro.

--La relación con Pujol no se entiende. Jordi Amat lo ha explicado bien en su libro, que escribía mientras yo escribía el mío y lo habíamos comentado. No se entiende que Quintà fuera el único capaz de organizar TV3 o que cometiera un chantaje a partir de sus informaciones en El País, de las que nunca se supo nada más.

--Pujol baila con unas zapatillas de mujer, eso es impagable.

--Es el Pujol fetichista, que he reflejado en la novela. El zapato de raso, que muestra una imposible relación amorosa a través de un objeto.

--Sobre Quintà, es su padre --Manuel Ibáñez Escofet-- quien lo echa de Tele/eXprés.

--Lo echa porque es un Quintà joven, un periodista joven y tóxico. Él (Manuel Ibáñez Escofet) se siente traicionado después por los socialistas y se convierte en una persona entregada al pujolismo. Lo que sorprende es que cuando Quintà se suicida, tras asesinar a su mujer, muchos quisieron hablar de todo lo que había hecho. En aquel momento, para mi padre fue duro prescindir de Quintà, porque era amigo de su padre, que formaba parte de esa camarilla que Amat ha denominado como el Camelot, con Josep Pla. El caso es que Quintà fue amigo de Ucelay da Cal o de Jordi Solé Tura. Era capaz de mantener relaciones amistosas, a pesar de ser un psicópata.

--¿Es una fabulación que quien chantajeó a Pla fue, en realidad, el padre de Alfonos Quintà y no el joven Quintà?

--Me lo invento, pero, ¿cómo era posible que alguien con 17 años fuera capaz de chantajear a Josep Pla? Lo que explico es que su padre estaba en condiciones de hacerlo, porque conocía a mucha gente, estaba presente en todas las reuniones de la camarilla de Pla. Y ayudó a su hijo. ¿Cómo conoce Alfons Quintà al policía Creix? Luego está esa tercera parte que incluyo con la idea del sadomasoquismo. Es la teoría del Capgràs, cuando habla con el mosso Blasi. Hay un sadismo en España y un masoquismo en Cataluña. Pero el masoquista no se ve complacido por el sádico. Cataluña quiere un contrato, como el masoquista, que quiere rehacer. Pero el sádico castiga cuando le viene en gana, no a través de un contrato. La idea, en boca de Capgràs-Pujol, es que España no sabe qué hacer con los catalanes, y los catalanes no saben qué serían sin España. Creo que esa relación es muy real. Y no parece que haya una solución óptima, más allá de pensar en el federalismo, que nadie quiere poner en marcha.

--¿Hay que aplicar lo que defiende David Rieff sobre el olvido? ¿Hay que olvidar?

--No puedes estar encadenado al pasado y a los reproches. Pero los colectivos no funcionan como los individuos. Y creo que debes hacer algo con una colectividad, cuando un 20%, por ejemplo, defiende una determinada opción. Hay que dar algunas respuestas, cosa que Mariano Rajoy no hizo, por ejemplo.

--Hay referencias a Puntilla-Montilla, y a Capavall-Maragall. ¿Han sido totalmente secundarios?

--Lo que sostengo es que la contrafigura de Pujol no es Maragall. Es Obiols. Maragall hizo de complemento de Pujol. Y Montilla advierte sobre la desafección, pero no tuvo instrumentos intelectuales ni políticos. Quedó desbordado.