El inicio de la huelga indefinida en Cacaolat de esta semana ha tenido efectos en la compañía más allá de la parálisis de la distribución. Ha propiciado que Sol Daurella y Demetrio Carceller, los máximos ejecutivos (y propietarios) de Cobega y Damm, aceleren la salida del consejero delegado de la empresa de batidos, Enric Crous.
La jubilación del que fue gestor de la cervecera durante años estaba prevista. El propio Crous hablaba de forma abierta de fin de etapa en su carrera como alto directivo desde hacía meses. Incluso tras un largo periodo de meditación se ha lanzado a la carrera electoral para poner el broche a su perfil más institucional. Se quiere convertir en el próximo presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, tal y como se le proponía desde la patronal nacionalista Femcat desde hacía meses.
Cobega y Damm, los dueños de Cacaolat, no veían con demasiados buenos ojos esta iniciativa. Nunca han sido partidarios de la exposición pública de su equipo gestor más allá de la necesaria para mantener las relaciones institucionales esperadas. Pero han evitado dinamitar las pretensiones personales de un directivo de largo recorrido como mínimo en uno de los grupos y que, además, estaba de salida.
Pero desde este 3 de enero se sienten estafados por el conflicto que ha estallado en la compañía. La gestión laboral ha sido uno el gran obstáculo contra el que Crous se topó en Cacaolat y no lo ha sabido enderezar en los tres años que ha estado al frente de la compañía.
Este 2018 ha salido de madre. El grupo ha tenido que reincorporar a un exsindicalista de CGT que el tribunal de primera instancia dictaminó que se despidió de forma “arbitraria” --un conflicto que ha llegado a la audiencia provincial-- y ahora debe lidiar con el paro indefinido porque la dirección ha sido incapaz de pactar con todo el comité de empresa un calendario laboral válido para 2019. Se señala a Crous como máximo responsable.