Luis Enrique se reencontró con su amigo Xavi Hernández en el túnel de vestuarios del Parque de los Príncipes antes de que diera comienzo el PSG-Barça. El técnico asturiano lo llamó por el apodo Pelopo, el mote con el que el canterano azulgrana Gabri bautizó al técnico egarense debido a su "pelo en la p...". "Qué agresividad", le espetaba el entrenador catalán a su homólogo, que lo había recibido en guardia. El míster del Paris Saint-Germain estaba en su salsa, confiado de salir triunfal, pero no tardó en perder la sonrisa una vez empezada la contienda.
Y es que, salvo los primeros compases del partido, el equipo barcelonista devoró al cuadro galo durante la primera parte. El invento de Marco Asensio como falso 9 descarriló estrepitosamente, como todas las internadas de Kylian Mbappé y Ousmane Dembelé por las bandas en los 45 minutos iniciales. El FC Barcelona perdió en términos de posesión con el 41%, pero nadie duda de que Xavi le ganó la batalla táctica a Luis Enrique.
Menos posesión, más efectividad
Consultado en la previa por quién representa mejor el estilo Barça made in la Masía, Luis Padrique no dudó en presumir de sus dotes: "Sin ninguna duda, yo. No, no, no. No es una opinión. Mirad los datos.Mirad en términos de posesión de balón. Mirad en ocasiones de gol, en presión alta, mirad en títulos, en trofeos. Sin ninguna duda, yo. Evidentemente, hay gente que opina diferente".
De poco le sirvieron las oportunidades creadas al entrenador del PSG. Ousmane Dembelé y Bradley Barcola --recambio de Asensio-- estrellaron sendos disparos en la madera que podrían haber cambiado el devenir del partido. Por ello, el equipo azulgrana se impuso en tiros a puerta, con siete frente a los seis de los locales.
Las ayudas defensivas
La diferencia residió en la capacidad de sufrir. Salvo los tres minutos fatídicos en los que Dembelé y Vitinha lideraron la remontada parisina, el FC Barcelona supo blindarse en un bloque bajo la mayor parte del encuentro. Sin necesidad de efectuar marcajes individuales sobre Kylian Mbappé, las ayudas defensivas de Ronald Araujo a Jules Koundé y de Pau Cubarsí a Joao Cancelo resultaron decisivas para detener tanto a Donatello como a Dembouz.
También la capacidad de hilvanar transiciones y encontrar la espalda de los centrocampistas rivales. De ahí nació el primer gol de Raphinha. En el segundo, Pedri le envió un balón perfecto al extremo brasileño, que dio con la tecla mediante un desmarque al espacio. Nadie se acuerda de esa ideología innegociable en Can Barça cuando se trata de vencer en unos cuartos de Champions League. Sin necesidad de monopolizar el balón, Xavi supo ser mejor que uno de sus mentores.