Iñigo Martínez tampoco se libra de un buen capón. El zaguero de Ondárroa se merece esta jornada la tarjeta amarilla de Culemanía por su inefable intervención en el gol del Nápoles en los octavos de final de la Champions League que sirvió para empatar al Barça (1-1). Aunque desde este medio hemos defendido que la acción debió ser revisada por el VAR --la realización ni siquiera puso la repetición de la posible falta por televisión--, Iñigo pecó de pardillo y no hizo gala de la experiencia que se le supone. No pudo aguantar a Osimhen y de su caída vino el fatídico gol.
Fue un error decisivo que le deja marcado, pero le perdonamos la roja --que va para Frenkie de Jong-- porque la sombra de la posible falta queda en tela de juicio. Además, su rendimiento durante la temporada está siendo bastante correcto teniendo en cuenta las calamitosas actuaciones de algunos de sus compañeros en la zaga. Pero el vasco no debe dormirse, el Barça no se puede permitir más fallos como el de esta noche. Su mejor versión es necesaria si el equipo se quiere imponer al Nápoles en la vuelta y espera hacer un papel decente en Europa.