El FC Barcelona sigue en terreno de nadie. El partido contra el Nápoles (1-1) es la prueba de ello. No tanto por el resultado, sino por una serie de errores que pudieron haber complicado mucho más la existencia del equipo azulgrana. Fue un encuentro en el que tenían a su favor para sentenciar los octavos de final de la Champions League; sin embargo, las decisiones de Xavi Hernández han vuelto a pesar de forma negativa cuando empezaron a verse pequeños brotes verdes.
Al igual que en otros partidos, el Barça tuvo dos caras bastante contrastantes. El inicio del partido fue realmente sobresaliente, con un equipo valiente en la presión --liderada por un increíble Gundogan-- y buscando hacer daño a un Nápoles que dejaba claro que está lejos de ser competitivo. Pero esos minutos notables solo pudieron mantenerse el 25-30 de la primera mitad, cuando el físico de los jugadores empezó a decaer y las ideas colectivas escasearon.
Desde ese momento no hubo un claro dominador del encuentro. El FC Barcelona tuvo nuevamente tramos de mayor movilidad de balón en la segunda mitad, sobre todo en la acción del gol de Lewandowski. Esa anotación fue la invitación ideal para que el elenco azulgrana diera un paso adelante y hacer daño a su rival, pero como hemos mencionado anteriormente, los errores de Xavi casi condenaron un partido que parecía bastante accesible.
La versión amarrategui de Xavi
El de Terrassa, con el miedo de perder esa ventaja mínima, no tuvo la mano suficiente para impedir que el equipo diera un paso atrás. El Nápoles no necesitó de mucho para hacer dudar a la línea defensiva y aprovecharon los miedos de un Barça que apenas tuvo la capacidad de posicionarse en campo rival. Los fantasmas del pasado volvieron a tocar la puerta al conjunto de Xavi Hernández, por lo que decidió amarrar el resultado en vez de dar un golpe sobre la mesa en el Estadio Diego Armando Maradona.
Después del gol de Lewandowski había una oportunidad perfecta para dar ingreso a Joao Félix o Vitor Roque, teniendo en cuenta que el Nápoles dejó muchos espacios en defensa para tratar de transitar en velocidad. Ni el Barça fue capaz de salir con balón dominado desde el fondo ni tampoco tuvieron el físico para jugar al contragolpe en la segunda mitad. En tierra de nadie en una competición que penaliza tanto como lo es la Champions League.
Los cambios no funcionaron
Con el gol de Victor Osimhen, el entrenador egarense tenía que haber reaccionado de forma más precisa. No fue el caso. El miedo entró en el cuerpo de Xavi, debido a que sus primeros cambios --minuto 80-- fueron Raphinha por Lamine Yamal y Oriol Romeu por Andreas Christensen. Posición por posición, dejando claro que lo mejor para el FC Barcelona era tratar de mantener el resultado y no arriesgar con más espacios en defensa.
La presencia de Raphinha no sirvió para revitalizar al equipo. No pudo irse de ningún futbolista y sus aportaciones se resumen básicamente en balones hacia atrás para Jules Koundé. Mientras que Romeu solo tuvo la misión de tratar de frenar cualquier acercamiento de los rivales. Su único cambio atrevido fue Joao Félix por Pedri, pero fue en un tramo de partido en el que el ritmo estaba totalmente estancado.
Esa serie de errores de Xavi en la lectura del compromiso pudo ser la condena del Barça en Nápoles. El resultado no es negativo al tratarse de un campo difícil, pero la realidad es que las sensaciones son bastante frías de cara a la vuelta que se va a jugar el 12 de marzo en Montjuïc. Con esta misma versión, el FC Barcelona no tiene para nada asegurada su presencia en los cuartos de final, lo que sería un fracaso tremendo al tener como rival a un equipo que dio demasiadas facilidades en su propia casa.