No fue la noche del Barça. Si bien es cierto que hubo fases del partido en las que el FC Barcelona mantuvo contra las cuerdas al Girona de Míchel, cuando el conjunto visitante se fue al ataque convirtió a los de Xavi en una marioneta; un equipo completamente a merced del rival, sin capacidad para protegerse de los envites.
Pedri González y Gundogan fueron de los pocos que dieron la cara, y que estuvieron al nivel que puede esperarse de ellos. El primero carburó con decisión, criterio y creatividad en la sala de máquinas, y se llevó un cabreo descomunal al marcharse sustituido. El segundo marcó un golazo y, aunque también erró varias ocasiones, mostró una actitud guerrera que catapultó al Barça en busca de la remontada.
El drama de la defensa blaugrana
El resto de jugadores estuvieron llenos de claroscuros. Iñaki Peña recibió cuatro goles --aunque es cierto que no pudo hacer demasiado en ninguno--, mientras que la parcela defensiva fue la más señalada. Christensen tuvo un error flagrante en el primer gol y, a lo largo del encuentro, no estuvo contundente. Tampoco Araujo y, sobre todo, un Jules Koundé que regaló demasiados espacios a los rivales.
En cuanto a Cancelo, ni estaba ni se le esperaba en defensa. El gran hándicap del futbolista portugués es que, aunque se le da muy bien atacar, defensivamente hay partidos en los que es un cero a la izquierda. En la medular tampoco Frenkie de Jong estuvo fino, errando combinaciones y llegando tarde a todas partes.
Sin pólvora ni finura en ataque
Por último, en ataque se sumó un nuevo capítulo a la misma historia de siempre: la falta de puntería. Lewandowski falló una gran cantidad de ocasiones y, algunas veces, estorbó también a sus compañeros cuando estos intentaban ver puerta. Siempre estaba en medio, y su sed de gol acabó perjudicando al resto del equipo.
Joao Félix volvió a demostrar que es mágico: no porque jugase un buen partido, sino por su capacidad de desaparecer. Visto y no visto del portugués, que la semana pasada firmó una exhibición ante Oporto y Atlético, y que en esta ocasión pasó completamente desapercibido ante el Girona.
Y qué decir de Raphinha, que no sólo no desequilibró en banda diestra sino que, además, se convirtió en una máquina de desperdiciar ocasiones de gol. No estuvo fino en los controles, en los disparos y tampoco en los centros. Su crisis de cara a puerta empieza a afectarle psicológicamente, y eso es un problema.