Joan Laporta atraviesa un momento muy dulce. Los éxitos deportivos del primer equipo del Barça con el nuevo entrenador, Hansi Flick, como gran hombre de moda en Barcelona, certifican antes de lo previsto lo que está siendo una apuesta ganadora. El tropiezo del pasado domingo en Anoeta no ha generado excesiva preocupación y las críticas se han dirigido más al probable error del sistema de fuera de juego semiautómatico. Pero vamos al quid de la cuestión: ¿Es suficiente con que la pelotita entre para avalar la gestión directiva de Laporta?
En la cara buena de la moneda, más allá del acierto con Flick, hay que destacar la renovación del contrato con Nike. Tras muchos meses de dudas y agonía, finalmente el Barça se ha salido con la suya y firmará el mejor acuerdo del mercado: 1.700 millones de euros en 14 años. Es decir, una media de 121 millones anuales hasta 2038. Las cifras son de impacto, el incremento anual será de unos 45 millones hasta 2028 y se disparará a los 60 kilos a partir de entonces. Pero esta operación a priori tan positiva, también oculta algún punto negro. La cruz de la moneda.
Los 'malus' de Nike
El contrato con Nike tiene, al menos, dos aspectos negativos que la junta directiva deberá explicar con detalle en la próxima asamblea extraordinaria que se convocará para votar el mentado acuerdo. Primero, la duración: un contrato de 14 años puede quedar obsoleto demasiado pronto viendo lo rápido que evoluciona el mercado actual. Segundo, las comisiones. Por segunda vez, el agente de jugadores Darren Dein interviene en una operación comercial del Barça. Se llevó un pellizco por Spotify y se vuelve a llevar otro por Nike. Nadie lo entiende. Invita a pensar mal. Se echa en falta más transparencia.
Tampoco genera mucha confianza la forma que empleó la junta para dirigir estas negociaciones. Con un enfrentamiento directo contra el sponsor americano: Laporta amenazó con cambiar a Puma, llevó el contrato a los tribunales y lo intentó anular, pero la justicia dio la razón a Nike. La forma de negociar de Laporta también genera muchas dudas con la Grada d'Animació. A pesar de su buena labor, la junta amenaza con disolver al colectivo de animación. Las sanciones, multas e insultos son la excusa para llevar a cabo una acción que obedece a motivaciones más personales: el presidente no soporta que canten en su contra ahora que el Barça va bien. Esos cánticos de "Barça sí, Laporta no", están haciendo mucho daño. Pasarán factura.
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