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Después de sumar un solo punto en los dos últimos partidos de Liga, el casi imbatible Hansi Flick ha recibido su primer memento mori desde que llegó al banquillo del Barça. En el Bayern, en la selección alemana o en Sant Joan Despí, lo más difícil en la alta cocina del fútbol sigue siendo lo mismo: no se trata solo de crear un equipo ganador, sabroso y original, sino también de servirlo perfecto en todas las mesas cada día a la hora de la cena sin fallar ni uno. Especialmente cuando lograste el éxito gastronómico a base de improvisar ingredientes sobre la marcha, con feliz y opíparo resultado, pero ahora resulta que has de utilizar otros diferentes. En cualquier deporte de equipo hay dos servidumbres inevitables: la calidad de las estrellas y el encaje colectivo. Sucede que al bueno de Hansi se le han destartalado ambas a la vez.

La primera de ellas, por defecto, en tanto en cuanto la baja de Lamine Yamal hace que disminuya notablemente la capacidad del Barcelona para ejecutar movimientos con criterio en ataque. En especial esa ruptura de líneas con balón que a menudo tratamos en esta columna por su tremenda influencia en el éxito o el fracaso del modelo de fútbol culé. La segunda, por exceso, puesto que el técnico alemán está ahora obligado a incluir en sus onces a algunos jugadores de la plantilla azulgrana cuya resignación a un papel residual es un desperdicio de recursos, incluidos los económicos. Siguiendo con la explicación culinaria: puede que le saliera muy bueno el arroz con sepia, pero si vuelve a haber carabineros y bogavante en la nevera no se puede negar a usarlos. El resultado es que la receta ya no sale de memoria, claro.

En Balaídos, campo tan difícil para los azulgranas como lo es Anoeta, Gavi celebró su primera titularidad un año después de troncharse la rodilla. Como hablamos de un futbolista mágico, se marchó a la caseta en el 75' con 0-2 en el marcador pese a que su contribución fue lógicamente discreta. Lo sustituyó, precisamente, Frenkie de Jong, con quien resulta fácil apreciar que Flick tiene un problema morrocotudo. La victoriosa 'blitzkrieg' del Barça esta temporada se ha cimentado sobre dos máximas: soltar rápido el balón y defender pensando en la posición del rival. Sin entrar a valorar una vez más la idoneidad del fútbol de Frenkie para el Barça, debate exhausto y tedioso donde los haya, es fácil reconocer que ambas premisas son contra natura para el holandés. Su juego orbita alrededor de la pelota: para amasarla en ataque y para perseguirla en defensa. Y esto último hizo exactamente ayer en la jugada del gol del empate celtiña. Una vez más. Ya son incontables.

Teniendo en cuenta que Casadó carece de suplente, puesto que él mismo era el suplente de Marc Bernal al empezar la temporada, y por supuesto será baja la próxima jornada tras su expulsión en Vigo, Flick tiene que empezar a encontrar acomodo para De Jong cuanto antes. No le envidio la tarea. Como tampoco la de incluir al muy pronto disponible Ronald Araújo en una defensa altamente singular, compuesta por un lateral derecho que en realidad es central, un central zurdo que casi dobla en edad al central diestro y un lateral izquierdo sin término medio: o internacional o de Primera RFEF, con todos los respetos para un Gerard Martín que no es ni mucho menos de lo peor que he visto con la azulgrana en su posición.

Quizá el retorno de Ronald sirva, en principio, para dar descanso a un Koundé tan despistado como todos los noviembres, mes claramente valle en su notable rendimiento anual. Pero está por ver si el uruguayo es capaz de dar en el eje lo que ahora obsequian con tanta generosidad Iñigo y Cubarsí, porque Araújo ni es zurdo, ni la saca jugada, ni es famoso por tirar el fuera de juego a tiempo. Como ingrediente es un lujo, pero también te cambia irremediablemente el punto de cocción.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

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