Es imposible saber si Hansi Flick y Deco darán el visto bueno a la reincorporación definitiva de Ansu Fati a la plantilla del Barça. Pero, en este julio aún pacífico, los sprints del delantero con el escudo azulgrana de nuevo en el muslo devuelven al culé un dulzor que perdura en la memoria porque se saboreó en una época especialmente amarga. Durante aquel oscuro invierno de un equipo que pasó de la oda al réquiem, la irrupción del canterano fue un himno, un ángel alzándose entre las tinieblas. 
Heraldo indiscutible del gol, defendió sin tregua y sostuvo prácticamente él solo la esperanza de un Barça de nuevo triomfant. Hasta que las lesiones lo quebraron y su halo se evaporó. Ahora que un segundo efebo de La Masia deslumbra al planeta con su magia singular, es más pertinente que nunca recordar que fue Ansu quien pisó fuerte sobre el césped y marcó las huellas para Lamine Yamal, quien también acabará cogiendo la 10 más pronto que tarde y esperemos que con mejor suerte.
Ver a Ansu cabalgando de nuevo lleva a cualquier culé con un corazón en el pecho a desear que técnicos y gerentes del club encuentren los motivos para investirlo como, al menos, primer suplente para Lewandowski. Y que su cesión al Brighton, donde un implacable Roberto de Zerbi no podía desperdiciar la oportunidad de lanzar su propia carrera por acoger la convalecencia de un querubín con las alas rotas, sea tan solo una anécdota frugal en el regreso a un camino virtuoso.
A nadie se le escapa, y mucho menos a un Laporta que no es ningún necio, la carga emotiva de encontrar un rol en el nuevo Barça para un favorito de la afición cuya misión ya no está en los cielos sino en la tierra. Y es fácil imaginar la dimensión de los decibelios en caso de llegar un gol de Ansu en alguno de los primeros partidos de la temporada. No digo ya en un Clásico, ocasión que por cierto se le daba francamente bien.
Es demasiado anhelar que Fati se acabe consolidando como '9' titular al ocaso del polaco, con Lamine por una banda y quizá Nico Williams por la otra, porque eso ya más que un sueño parece un bolero de Antonio Machín. Pero sí que cuenta usted con mi total respaldo, astuto lector, si se encuentra ahora mismo sacando del armario aquella camiseta con publicidad de Rakuten en el pecho y Unicef en la parte baja de la espalda, justo debajo del 1 y el 0. Aunque sea para lucirla en el chiringuito como un alocado romance veraniego.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

Noticias relacionadas