Duele el Barça, sí. Y no se trata de un dolor psicológico, sino de uno corporal, somático, tan filoso como el escozor de un ligamento cuando lo pellizca la artrosis. Uno tras otro, como una lista de enemigos de Liam Neeson, todo el once del Barcelona desfila hacia la enfermería y volatiliza las posibilidades del equipo de alcanzar la velocidad de crucero en pos de sus objetivos para la primera mitad de la temporada. No hay que ponerse tremendistas, pero empieza a ser un alivio que el grupo azulgrana de Champions este año tenga más de caniche que de lobo estepario. En especial una vez salvada con triunfo la visita al rábido Estadio do Dragao, a donde parecía que Xavi y los suyos iban de paseo pero la realidad era que no ganaba ningún visitante desde febrero. Y eso incluye al Inter de Milán, por cierto.

Evidentemente, del batacazo en la fase de grupos europea del curso pasado tuvo mucha culpa la diezma de centrales titulares entre septiembre y octubre, entre otros infortunios galopantes. Pero esta temporada, incluso siendo el asunto europeo menos acuciante, es innegable un asedio al Barça mayor aún de la fatalidad en el ámbito de las lesiones. No solo por haber aumentado el número de titulares cuya evolución marcará su disponibilidad, sino porque las lesiones sufridas han sido, en puridad, difícilmente evitables. Si te tira la ingle a la salida de un córner porque vas justo de abdominales, sin duda hay margen de mejora. Pero si te cae un tío encima de la rodilla o se te van los tacos al intentar un giro en pos de mejorar el golpeo, te queda poco más que maldecir en lengua vernácula.

¿He dicho que no se trataba de un dolor psicológico? Bueno, igual me he precipitado. Porque lo peor de esta pesarosa cadena, engrilletada al tobillo de todos los culés, es la seguridad de que cada vez que un barcelonista se siente a ver un partido de aquí a diciembre tendrá que rebajar de modo drástico sus expectativas. Y eso recuerda al Allianz Arena mucho más que al Bernabéu, seguro que se entiende la comparación. Por cierto, que haya un Clásico (en Montjuïc) en dos semanas no ayuda, porque el goteo de información sobre si Pedri podrá ser titular o Raphinha llegará a tiempo se va a hacer glutinoso como la melaza. 

Así las cosas, quedan en suspenso una serie de interrogantes que eran, para qué engañarnos, lo más jugoso en el comienzo de este año 2,5 de la era Xavi: cuál será el centro del campo en los partidos dignos de tal nombre, quién se hará dueño de la banda derecha, qué nombre de central aparte del de Iñigo veremos más a menudo en el banquillo que en la alineación de inicio... Si lo quiere usted sobrellevar mejor, siempre puede pensar que las respuestas a todas esas preguntas llegarán esta Navidad como regalos junto a los zapatos. Bueno, y que vamos a ver jugar bastante a Fermín, porque a veces también hay cosas en el fútbol que te reconcilian con la vida.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

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