La primera temporada desde el año 2008 sin Sergio Busquets como pivote titular del Barça no está resultando histriónica pero sí un tanto caótica. Siendo sinceros, era improbable que la ausencia del de Badía se notara en exceso en la actual plantilla. Primero, porque Xavi insistió en pertrecharse con una amplia nómina de centrocampistas y centrales con buen pie. Y segundo, porque la decadencia del rendimiento del veteranísimo futbolista de Badía en sus últimas temporadas era no solo lógica sino bastante notable. En gran medida, Busi se marchó del Camp Nou mucho antes de irse al Inter de Miami con Leo Messi. De hecho, uno de los grandes fracasos del Fútbol Club Barcelona como institución deportiva fue no encontrarle reemplazo dos o tres temporadas antes.
Frenkie de Jong, una vez completo su salto madurativo de promesa dominante a centrocampista total, parecía el más indicado para ocupar el lugar de Sergio en la base. Las grietas en el imaginario culé provocadas por el neerlandés, un jugador demasiado dependiente del balón tanto en ataque como en defensa, las apuntaló Xavi con la imposición como titular de Oriol Romeu, un jugador convencionalmente pulcro, contundente, criado en el juego de posición... y claramente un escalón por debajo del resto de sus compañeros de once. Hace unas semanas, en una columna titulada El Barça del rubio y el calvo, ya dediqué una fenomenal diatriba a calificar esta simbiosis en particular. Y anticipé que la llegada al equipo de los Joaos seguramente rompería el modelo de 4 centrocampistas que hasta ahora permitía acomodar al binomio Frenkie-Oriol.
Sin embargo, el que se rompió de forma literal fue Frenkie. Tras su lesión llegó el partido de Mallorca, y allí a Romeu le ocurrió lo que algunos temíamos: no funcionó como presunto guardaespaldas de un Gavi que no solamente sabe cuidarse solo sino que, de ser necesario, le quita de encima a Oriol a quienes le estén molestando a él. Cual Kevin Costner sin Whitney Houston, el Chopo de Ulldecona se aculó en exceso, se posicionó de forma francamente mejorable en la salida de balón, vio una amarilla en el 36' y acabó cambiado por Fermín, porque lo que el Barcelona necesitaba era un interior con atrevimiento y llegada, no un vigilante jurado.
Finalmente, el viernes pasado, contra el Sevilla, en un indisimulado partido grande, Xavi introdujo una variante en el centro del campo que relegó al banquillo a Romeu y colocó de pivote a Gündogan. Fue curioso porque Ilkay siempre estuvo allí, pero imaginábamos innegociable que asomara a la frontal del área con asiduidad. Aunque fuera con el escudo de las rotaciones bien alzado, por si la cosa salía rana, la verdad es que el técnico del Barça por fin dio una de esas muestras de atrevimiento que con justicia se le piden. Y el resultado, independientemente del resultado, fue fantástico: no solo Gündogan rindió a las mil maravillas, sino que el equipo fue mucho más vertical y amenazador. Ejerciendo al lado de Gavi un papel similar al de Romeu con De Jong, Gündo despachó un partido magnífico y catapultó al equipo hacia delante en lugar de anclarlo hacia atrás.
Por eso opino que Gündogan es el 'cuatro' ideal para este Barça. Porque creo que Félix, Cancelo, Lamine, Fermín, Gavi y, cuando vuelvan, Pedri y Raphinha precisan de un canalizador astuto mucho más que de un doble pivote equilibrado. Con Gavi más cerca del círculo central y Araújo, Koundé o Christensen en el eje, la retaguardia puede aguantar perfectamente. ¿Y De Jong? Pues cabe, claro está. Pero si cuando coge la bola la suelta rápido, porque como decía el viejo chiste de vascos, o estamos a setas o estamos a Rolex, las dos cosas no pueden ser.
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