El Barça del rubio y el calvo
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Le confieso que al ponerle el titular a esta columna he sonreído recordando la sempiterna descripción que daban en los cómics de Ibáñez todos aquellos que preguntaban por Mortadelo y Filemón: "uno calvo con gafas y el otro con dos pelos". Y justo de eso quiero hablarle, astuto lector, de esos rasgos inconfundibles que dotan a cualquier obra de identidad. Hablando del Barça de Xavi Hernández para esta temporada, ya no cabe duda después de 4 jornadas: estamos ante el equipo del rubio, Frenkie de Jong, y el calvo, Oriol Romeu.
De nada sirve que el técnico azulgrana se haya inventado la milonga esa de que "con cinco cambios los jugadores han de entender que ser titular ya no es tan importante" para conformar a los que parten como suplentes. Justo esos dos, Frenkie y Oriol, son titularísimos, tanto como lo es Robert Lewandowski. Y por ahí se puede transitar hacia una explicación de por qué el Barcelona gana pero lo hace despachando un fútbol desenfocado, necesita descorchar los partidos con los dientes y apenas le falta el canto de un guante de Ter Stegen para tropezar de nuevo, como hizo en la primera jornada ante el Getafe.
Conviene reflexionar sobre el auténtico valor de la pareja que forman De Jong y Romeu, Romeu y De Jong, un pequeño ecosistema simbiótico que desde luego parece exitoso, equilibrado, fecundo. Frenkie al fin puede hartarse de conducir la bola en ataque y perseguirla en defensa sin ataduras posicionales. Siempre de cara, serpenteando para cambiar de dirección y dividir, irrumpe de vez en cuando en el área para cazar algún rechace, acumula plaquillas de MVP y sus centros en diagonal recuerdan a los de su entrenador, pero tampoco tanto. Mientras, Oriol, a quien ya le adelanto que yo no solo considero un futbolista correcto sino uno excepcional, recorre campo, toca rápido, aplica presión si olfatea que conviene, la libera donde obstruye la circulación y, por ponerle un pero, se muestra tan responsable en sus labores que me resulta tímido en sus incorporaciones al ataque.
Sin embargo, huérfano de su mejor chef, Pedri González, este Barça sufre para servir algún plato que no sea precocinado. Incluso con Gündogan y Gavi dando sabor al fumet entre líneas en ausencia del canario y la irrupción de Lamine, estamos ante un Barcelona que utiliza el microondas mucho más que los fogones. Y claro, así le va. En ninguno de los cuatro partidos de Liga que ha disputado hasta ahora ha dado la sensación de dominar sin urgencia. La única ventaja clara en el marcador que ha conseguido en una primera parte, ante el Villarreal, la dilapidó como un adolescente su primer billete de 50. Y sus cifras de remates entre los tres palos con verdadero peligro quedan lejos de las de un equipo campeón. ¿De verdad puede Xavi permitirse acomodar de forma permanente a un binomio como el de Frenkie y Oriol, que parecen necesitarse el uno al otro mucho más de lo que el equipo los necesita a los dos juntos? La transición de otra pareja, la de los Joaos, hacia ese once titular que al parecer ya no existe (y una leche frita) probablemente nos dará la respuesta.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblagrana