Poco podía imaginarse la culerada que solo unas horas antes de las campanadas del 30 de junio, tradicional despedida y cierre de las temporadas futbolísticas en lo contractual, iba a encontrarse en el bolsillo interior de una chaqueta olvidada en el armario nada menos que un triplete con el cual relamerse. Actuó como chupinazo premonitorio la concreción del fichaje de İIlkay Gündoganğ, capitán del Manchester City tricampeón, sin pagar traspaso. Lo siguió la pública renuncia a astillar una millonada por un pivote defensivo por mucho que Xavi lo justificara con un montón de argumentos y líneas tan enhiestas como su tupé dibujadas en pizarras digitales. Y culminó con el sonoro ¡BUM! de la patada en el culo a Umtiti que la afición azulgrana anhelaba desde hace años como un arrebatado “te quiero” o un solemne “la biopsia ha dado negativo”.
Una vez consumada tamaña terna de hits, los pajaritos cantaron, las nubes se levantaron y el Excel de Mateu Alemany se llenó de globitos de colores. Acto seguido, el verano se hizo carne para permitir al barcelonismo asomarse a YouTube a babear con Vitor Roque o Arda Güler cual José Luis López Vázquez en levantina playa rebosante de suecas. Sin duda uno de los grandes méritos de Laporta y familia en su segunda etapa al frente del Barça está siendo su capacidad para sacudirse la molicie de una reconstrucción forzosa, sin que la elefantiásica deuda del club ni la incapacidad operativa de soñar con los Mbappé o Kimmich de turno reste a la singladura azulgrana un ápice de carisma.
Yo sigo pensando que el president se pasa de tribunero en cuanto nota el calorcillo de la apertura del mercado veraniego. Y que además juega con fuego mucho más de lo que está dispuesto a reconocer. Pero también reconozco que el fútbol que todos los culés amamos se refleja en el carácter, el arrojo e incluso la bravuconada. Es decir, en los rasgos que mejor esculpen el rostro del triunfo. Solamente un Barcelona indómito fue capaz de poner el mundo patas arriba jugando al toque cuando todos los demás se burlaban y defendían el galope, y solo si insiste en mantener la velocidad de la bola contra todo y contra todos será capaz de sobreponerse a la caída de su imperio.
Por eso es loable que la directiva actual tenga el coraje de afrontar un mercato más recordando que los grandes equipos se apuntalan sobre veteranos curtidos en las batallas del campeonar y noveles con el aguante suficiente como para superar la implacable criba del máximo nivel. Confieso que esa referencia me suena de algo, pero ahora mismo no les sabría decir de dónde. Lo que sí sé es que cuando uno no puede permitirse lujos ha de ser capaz de crear auténtico valor en lo sencillo y lo inesperado. Como escribió Aristóteles, "es más valiente el que conquista sus deseos que quien conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo". Y también sobre la tentación de vender la identidad a un arribista costarricense, un emir de Qatar o un sir inglés a cambio de una tregua temporal en una gestión tormentosa.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana