La lengua es caprichosa, y no todos los alfabetos tienen las mismas letras, por lo que hay que adaptar los sonidos a las grafías disponibles en cada sitio. Algo así ocurría con los primeros videojuegos de fútbol (o algunos de ellos) cuando el usuario elegía el Barça. A falta de cedilla, los programadores escribían Barca y se quedaban tan anchos. Es evidente que el club azulgrana, que acaba de cumplir 120 años, nada tiene de "embarcación pequeña para pescar, costear o atravesar los ríos". En todo caso es un transatlántico.

El mundo futbolero, sin embargo, tiene otros mensajes ocultos en forma de anagramas; esto es, que del cambio del orden de las letras aparecen nuevas palabras, incluso frases, que llaman la atención del más pintado. El más conocido, seguramente, es el de Roma y amor –aplicable también a la ciudad italiana, y no solo al equipo de fútbol–. Pero no hace falta surcar el Mediterráneo (ni en barca ni en transatlántico) para encontrar otros ejemplos.

En el sur de España, sin ir más lejos, hay mucho que ver. Por ejemplo, allí ves el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán, el feudo del Sevilla, equipo de la ciudad homónima. En efecto, el anagrama de Sevilla es allí ves. Curioso, ¿verdad? También se han encontrado casos en el norte de España. En Ipurúa, el campo más pequeño de Primera División, con 7.400 asientos, juega sus partidos como local el Eibar, club de la menuda urbe vasca que, al revés, se lee rabie, como el singular del presente de subjuntivo del verbo rabiar.

Esta ruta finaliza un poco más abajo, en Logroño, la capital de La Rioja. Allí, en 1940 surgió el Club Deportivo Logroñés, desaparecido en 2009. Jugaba en Las Gaunas (míticos son los goles cantados allí). Ese era su estadio (y donde juega hoy la Unión Deportiva Logroñés), mas la expresión "gol en Las Gaunas" viene como anillo al dedo, porque... el gentilicio de Logroño leído de derecha a izquierda es ¡señor gol!