Toda acción conlleva daños colaterales. Y para los comercios y los negocios hosteleros de los alrededores del Camp Nou, la fuga temporal del FC Barcelona al Estadi Olímpic Lluís Companys está suponiendo un duro varapalo económico. Sobre todo, en los días de partido. Si los culés tienen que subir hasta Montjuïc para presenciar esta temporada 2023-24 los compromisos del Barça, los trabajadores de los bares, restaurantes y quioscos de la zona escalan otra montaña: la pérdida de clientela.
"En días de partido esto está muerto. Hemos perdido un 80% de la facturación", explica a Culemanía un trabajador de la churrería La Xurre, que presenta un aspecto fantasmal cuando el balón echa a rodar en la otra punta de Barcelona. Sobreviven económicamente gracias a “los turistas que van a ver el museo del Barça y algunos obreros de los aledaños”, pero poco más. Eso les ha obligado a recortar personal, y no ven la hora de que el reloj avance un año.
Un descenso notable de la facturación
En la calle 11 de septiembre se ubica Siete Gotas, un humilde bar-restaurante que también está notando los efectos del abandono culé. "Aquí ya no viene ni Dios", sentencia una de las trabajadoras del local, Leticia. "Sólo vienen los clientes del barrio y los habituales, pero se extraña a la gente que venía para los partidos, los turistas... Aquí ahora mismo el barrio se ha quedado desierto. El museo del Barça está abierto, pero no arrancamos", se queja con una sonrisa a media asta.
Sebas, trabajador de El Rellotge, está justo en la calle de enfrente y explica la misma versión. "Lo que es el turismo masificado, los vecinos y las personas que pasaban por aquí para ir al campo para comer, ya no pasan...", destaca. Aunque asegura que los aledaños del Camp Nou han ganado en calma y tranquilidad. "La fuga del Barça nos ha dejado otro tipo de clientela, que son los obreros de a pie y la gente que trabaja en el estadio. Pero sí, nos ha afectado bastante", concluye.
También las tiendas de souvenirs han visto mermada su capacidad de negocio. Mohamed, dueño de Minimarket Souvenirs FCB, así lo refleja: "este año casi no vendemos nada, quizá un 20% en comparación al año pasado. Sólo nos llega prácticamente para pagar el alquiler", asegura.
Los clientes habituales notan el cambio
En lo que respecta a la clientela habitual de los locales de restauración, echan de menos el ambiente festivo y dinámico que se vivía en el barrio antes del traslado. "Desde mi casa escuchaba siempre los goles del Barça antes que la televisión", bromea junto a su café José, toda una institución en el bar El Cargolet. "Ahora no hay nadie".
Patricio, que suele frecuentar O'Castiñeiro en una de las calles colindantes, también nota la diferencia. "Cuando había partidos, evidentemente el ambiente en la calle era bonito. Sobre todo para los que vivimos por aquí por la zona, aunque es cierto que ahora hay menos ruidos", se resigna ante el micrófono de Culemanía.
La otra cara de la moneda: menos vandalismo
De hecho, la marcha fugaz del Barça a Montjuïc no sólo ha repercutido negativamente en la economía de los comercios y negocios de restauración. A su vez, ha compensado a los trabajadores y vecinos con un oasis de tranquilidad que antes no tenían. El vandalismo ha desaparecido.
"Al menos ahora no tenemos que lidiar con las consecuencias de la gente, ni de su mala educación", reconoce Sebas, a pesar de que tenga "menos dinero en los bolsillos". Leticia, por su parte, se toma la situación como una oportunidad "para mejorar y renovar el negocio" antes de que el FC Barcelona, a partir del mes de noviembre de 2024, regrese a casa. Los comercios y la hostelería de los aledaños del Camp Nou, aun reconociendo sensaciones encontradas, echan de menos la presencia del equipo azulgrana. Y naturalmente, las ganancias económicas que comporta.