Dafnis Balduz: "La homofobia no se puede comprender, no tiene explicación lógica"
El actor catalán regresa a Barcelona con 'L'oreneta', una obra de Guillem Clua, con Emma Vilarasau de coprotagonista
19 abril, 2022 00:00Dafnis Balduz (Vilanova i la Geltrú, 1983) lleva una racha imparable. Su estreno de Malnazidos y el éxito de La golondrina y otros proyectos teatrales le han llevado a no parar en los últimos años. Algo que él disfruta, considera que da “elasticidad” a los actores.
Desde marzo y hasta el 1 de mayo está en La Villarroel de Barcelona con L’oreneta, la obra de Guillem Clua que en su versión catalana cuenta con Emma Vilarasau como coprotagonista. Un texto desgarrador que sumerge al espectador en un laberinto de emociones que lo conmueve. El actor conversa con Crónica Directo sobre esta obra y, sobre todo, el contexto en el que se representa.
--Pregunta: Qué lujo seguir con una obra durante tanto tiempo, ¿no? ¿Qué tiene esta obra de especial?
--Respuesta: Muchas cosas (ríe). Es un texto que dispara contra todos. Habla de las relaciones de madres e hijos, y nos sentimos increpados porque al menos todos somos hijos de alguien. Habla de la pérdida, del dolor y de poder entenderse los unos con los otros, algo muy necesario en los tiempos que corren, lamentablemente, que las personas podamos entendernos, a pesar de todo.
--Para quien no la haya visto, ¿qué se encontrará el espectador?
--Una profesora de canto muy reputada recibe a un alumno que quiere que ella le dé clases. No tiene pinta de que ella pueda, porque él es un poco torpe y, a partir de aquí, descubrimos que ambos tienen más puntos en común.
--¿El misterio y la tensión también ayudan a enganchar al espectador?
--Sí, tiene un punto de thriller. Hay giros, ases en la manga que los personajes se guardan y el público y los personajes los descubren a la vez y uno quiere saber más.
--La obra viene de Madrid, donde estuvo casi dos años con Carmen Maura. ¿Hay diferencias en el montaje de Barcelona?
--Hay una muy clara y es que en La Villarroel el escenario está en medio y tenemos público en ambos lados. Cambia la escenografía y la distribución de la puesta en escena porque has de actuar para el público que te rodea. Y somos dos actores en escena. Eso te demuestra también que es un texto que se puede hacer bien desde puntos de vista distintos. Lo que pasa con las buenas obras es que si los actores cambian la función sigue teniendo valor.
--Usted, igual que Emma Vilarasau ahora, entró también en sustitución de Félix Gómez. ¿Esto implica un riesgo para un actor?
--Sí. Primero, porque cuando yo entré la obra ya era un éxito y tengo que estar a la altura. Y después, porque al hacer una sustitución se ensaya poquísimo, solo tuve cinco días. Tienes mucha presión, estás haciendo un protagonista y, en ese caso, tenía a mi lado a Carmen Maura, una de las mejores actrices de España… Había muchos hándicaps por los que uno tenía que dar el callo (ríe). También debo decir que el disfrute es enorme. Tener al lado a Carmen Maura y Emma Vilarasau es un lujo. Estoy teniendo una fortuna desde el primer momento. Trabajo con dos actrices grandiosas, generosas y que están dispuestas a que aprendas de ellas todo el rato. ¡Es una maravilla! Son clases magistrales a diario. Solo puedes estar agradecido y feliz, porque el viaje que haces con ellas es muy potente.
--Tampoco se quite méritos, que ha trabajado con grandes directores como Mario Camus, Ventura Pons, Lluís Pasqual, Alicia Gorina...
--Bueno… yo soy como una pequeña hormiguita (sonríe), voy picando piedra porque sé que la interpretación es el oficio al que me quiero dedicar, lo que más me gusta, lo que más me divierte.
--¿Qué le hizo meterse en esto?
--Fue muy inconsciente, desde los 3 años quería meterme esto. Me gustaban mucho las historias, meterme en una historia que no era la mía. Eso me atrapó desde siempre. Pasaban los años y cada vez vi que quería meterme y podía convertirse en un oficio y que uno se podía dedicar a ello. Por el momento es así y es una maravilla.
--Además tocando cine, televisión y teatro, mucho teatro.
--El teatro es donde empecé y el medio que he tratado más, pero por azar. Es cierto que a veces he tenido que decir no a un proyecto audiovisual si estaba implicado en una obra de teatro, porque dejar ciertas producciones implica un riesgo. Digamos que he sacrificado más el audiovisual que el teatro y, con ello, se ha resentido también mi economía, dicho ya de paso. Pero nunca fue voluntad de dedicarme más al teatro que el audiovisual. Pese a que soy muy feliz delante de la cámara.
--¿Qué le da la cámara?
--Es otra manera de expresar y contar historias. Para mí, lo mejor es poderse combinar las cosas, aunque luego vayas hecho polvo. Siempre que lo he hecho, he sido feliz, porque trabajas con una elasticidad muy grande, en dos medios al mismo momento, has de calibrar muy bien qué hacer en un sitio y en otro y has de estar muy despierto para no meter la pata. Es muy enriquecedor.
--Volvamos a la obra, que también tiene un mensaje enriquecedor, digamos: la aceptación del otro con sus diferencias. ¿Aún queda trabajo para aceptar al otro, al diferente?
--Aceptar no sería la palabra, porque parece que has de transigir con algo. Es, más bien, entender al otro, tener un mínimo de empatía con lo que igual no estás de acuerdo. Creo que, si nos explican algo bien, podemos estar de acuerdo. Hay cosas con las que no hace falta estar de acuerdo, son como son. La obra habla de entender los errores que puede hacer el otro. Eso es sanador, porque cuando entendemos las equivocaciones de alguien, somos más aptos para entender las nuestras, perdonarnos a nosotros mismos, comprender que esa persona que te ha hecho daño no quería, no era su intención. Está bien ser capaz de discernirlo porque el dolor será menor si ves que no había intención. Pasan muchas cosas.
--Además, se inspira en un caso real, el atentado homofóbico en una discoteca de Orlando en el 2016. Cuando en el último año ha habido un incremento de ataques y agresiones homófobas, ¿se hacen más necesarias obras como estas?
--La homofobia es algo que no tiene una explicación lógica real, no se puede comprender. Que uno piense que alguien, por su condición sexual, merece ser insultado, agredido e incluso asesinado, es que tiene un problema grave. Las personas somos libres para querer a quien queramos y como queramos. Y hemos de seguir siendo libres para que sea así. Quien no quiere entenderlo o comprender eso, que se ponga hojas, no sé. Yo no tengo necesidad de entender por qué una persona está enamorada o quiere tener relaciones sexuales con otra. No me ha de importar, no hay nada que decir, o cambiar siempre que las personas implicadas estén de acuerdo. Las personas pueden ser de muchas maneras, tener los deseos que tengan y sentir lo que sientan por los otros. Ante esto ni se puede ni se ha de hacer nada. Se trata de dejar que las personas vivamos libremente estas cosas. Que se debata sobre si hay un conflicto y tal. No. El conflicto lo tienen las personas que piensan que se deben imponer a los deseos y los sentimientos de determinadas personas. Esto no tiene ni pies ni cabeza.
--¿No resulta algo deprimente que aún tengamos que decirlo?
--Es gravísimo. Hace apenas cuatro días, como quien dice, en España se asesinó a un chico por su orientación sexual. Hemos de plantearnos qué pasa y qué educación damos para que esto suceda.
--Por otro lado, la obra habla de la pérdida de un ser querido. Un hecho del que no se habla mucho en algunos espectáculos.
--Se habla poco de cualquier cosa que tenga que ver con sentimientos profundos y se habla mucho de lo relacionado con los placeres efímeros y casi superficiales. Hace muchos años que se nos cargan las tintas con sexo, fiestas, drogas, evasión, relaciones efímeras… Las redes sociales son un culto a la superficialidad, a la belleza física, a la juventud y esto tiene un rendimiento en cuanto al sexo y el concepto de ocio y diversión nocturna. Cargamos mucho las tintas en esto. Necesitamos likes, gente que te diga que estás guapo todo el rato y no se habla nada de las cosas que realmente nos pasan y la falta que nos produce la pérdida de alguien, la ruptura con alguien, parejas o amigos, y que dejan una mella terrible. Todo lo que tiene que ver con lo importante no se quiere encarar porque no vende tampoco, porque la superficialidad y los placeres efímeros pasan por delante. Al final, llevamos una vida en la que el objetivo es llegar al fin de semana para evadirnos el máximo posible y construir poco con el resto de los humanos. Esta es una teoría, no tiene que ser real, pero creo que se habla más de eso y no de lo que nos haría más fuertes de cara a la vida.
--¿Esto hace que la obra sea catártica para el espectador?
--Completamente, porque la obra enfrenta, abiertamente y sin prejuicios, todas estas temáticas. Quiere que el espectador se cuestione, que se pregunte si ha hecho las cosas bien en los últimos tiempos en relación a sus amistades, familias, parejas… y lo consigue. En este sentido es productiva y catártica, sí.
--¿Eso también lo hace muy duro para usted como actor?
--Es duro porque la función es dura, es agotadora porque no puedes pasar de puntillas, te has de meter de lleno. Para mí, siempre te has de meter de lleno, pero no es lo mismo hacer un texto que otro. Esta es una obra muy exigente, también porque somos dos actores que estamos todo el rato en escena y es un desgaste. Además, la temática es suficientemente poderosa para implicarse con los cinco sentidos. Y a su vez, hacerlo es muy divertido como actor, porque pasas por una vorágine de sentimientos, porque a los actores nos gusta ensuciarnos con las emociones.
--Y tras esto, ¿qué otros proyectos tiene?
--En octubre se estrena Los renglones torcidos de Dios de Oriol Paulo y tenemos gira hasta diciembre con L’oreneta. Luego hay cosas en el aire que no las sé seguras.
--¿Cree que la cultura vive un momento dulce tras la pandemia?
--Vive un momento dulce el audiovisual, no tanto el teatro de texto. Cuesta mucho llevar a la gente a ver obras de texto, Siempre ha costado, pero sigue costando. Está bien que haya trabajo en las plataformas y el audiovisual, pero los espectadores van poco al cine y al teatro, consumen desde casa. Deberíamos llegar a un equilibrio en que el cine y el teatro perduraran. Y que la gente vaya al teatro que, con la música, es lo único en vivo que se hace. Poder ver a los actores y actrices en teatro es un valor.