Javier Gutiérrez no se detiene: cine, teatro, series. Tampoco es que le importe mucho el género, puede aparecer en un drama o en una película de acción, eso sin contar con las varias comedias en las que participa. Pero, sin duda, siempre se le ha reconocido como un actor comprometido.
El intérprete formó parte de ese grupo teatral llamada Animalario que, a principios de los 2000, sacudió a la escena. También recibió duras críticas por su posicionamiento político y, a día de hoy, asegura que siguen estando presentes. Pese a todo, él sigue.
Ahora, presenta en los cines Honeymoon, una película que poco tiene que ver con una luna de miel y que logra el reencuentro con una compañera de esa compañía, Nathalie Poza, actriz y amiga personal de Gutiérrez. Ambos se meten en este particular viaje donde el drama se mezcla con lo bizarro y la crítica al sistema surge firme pero discreta.
Crónica Directo charla con el actor en la presentación de la cinta, que tuvo lugar en el Festival de Málaga, para conocer cómo fue el rodaje y cómo vive la situación del cine y del teatro.
- ¿Qué le atrajo de esta película tan loca e inclasificable?
- (ríe). Bueno, me atrajo mucho el guion, eran de esos, que me ha pasado muchas veces, que te daría mucha pena que quedase en un cajón. Es un proyecto en el que me apetecía mucho participar. Entonces, al sumarse al proyecto tanto Nathalie Poza como María Vázquez, yo creía que podía ser el momento idóneo para sumergirse en una historia como esta que, por un lado, es tan personal y, por otro, tan delirante. Porque es una mezcla de géneros tan explosiva que como espectador te va a llevar de viaje a lugares muy... te va a descolocar en muchos momentos.
- ¿Y a usted lo descolocó a la hora de construir al personaje?
- Pues mira, todos hemos vivido historias de amor y desamor y Carlos está terriblemente enamorado de Eva y va a hacer lo imposible por no perderla. Eso se ve en las primeras secuencias de la peli. Con la pérdida que sufren los dos, la película podría haber sido una cosa u otra dependiendo del tono, pero decidimos que no tiñese de tragedia el viaje de esta pareja más allá de lo que se estaba contando. Porque si no sería muy asfixiante para el espectador, muy desasosegante para nosotros. Partir de una premisa como esa ya te coloca en un lugar que el espectador puede rechazar incluso la película. Entonces decidimos aparcar ese dolor, no del todo, para que no contaminase tanto ese viaje de la pareja. Eso da pie a un humor muy negro y en ese viaje que hacen ellos, emocional y geográfico, lo que en principio parecía una pareja en ruinas irreconciliable, poco a poco se van a necesitar y a entender. Y va acabando otra vez resurgiendo el amor.
- ¿Sí? ¿Diría que es una historia de amor, una película romántica?
- El amor es el motor que mueve el mundo. El amor al trabajo, a tus hijos, a tu pareja te hace estar enganchado a la vida. Y nos equivocamos muchísimo. El personaje de María Vázquez dice que la gente es gilipollas porque cree que puede empezar de cero siempre que quiera. Bueno, yo creo que hay que empezar de cero cuando uno toca a fondo. Carlos lo hace y es muy valiente, quiere resurgir de las cenizas como el ave fénix.
- Pero también la película tiene algo social, ¿no?
- Bueno, habla de la deshumanización de la sociedad en la que vivimos. De hecho, hay un momento y una secuencia en la que yo le voy a pedir un adelanto de sueldo a mi jefe en la empresa en la que trabajo y no solo no me lo va a dar, sino que lo va a despedir. O sea, que estamos hablando de esa sociedad en la que, nos guste o no, a mí me disgusta mucho, cada uno va a lo suyo y somos capaces de pisar el cuello al que tenemos al lado por salir a flote. La visión que se da de todo eso es muy desalentadora, pero es lo que hay, por desgracia. Por eso creo que hay que incidir en el amor, que existe. Y el final es esperanzador.
- Para llegar a ese final esperanzador, aquí aparece una figura de la inocencia. ¿Es importante ser algo inocente para empezar de cero?
- Es la pieza que necesitan para engancharse, no solo a su relación, sino a la pérdida que han sufrido y a la vida. Ese ser inocente es importantísimo, les va a trastocar por entero la vida.
- Como los secretos que se guardan entre sí la pareja.
- Como toda la vida, yo creo que tiene que haber mentiras piadosas y disponer de nuestra parcela de intimidad, igual que se tiene en la pareja sin ser deshonesto con otra persona. ¡Y no hablo de infidelidades!
- Sin hablar de infidelidades y deshonor. Hace tiempo que no se les veía juntos en pantalla a Natalie Poza y usted. ¿Cómo ha ido?
- Natalie es una actriz muy trabajadora, con un nivel de exigencia altísimo, inteligentísima, que va a cuestionar absolutamente todo: la dirección, el guion, la interpretación, el maquillaje, la peluquería, pero en aras no solo de su trabajo, sino para que la película funcione y aquello suba como un suflé. Entonces es un auténtico lujo trabajar con ella y con María. Ha sido un gustazo. No en vano son dos actrices que están en lo más alto de nuestra profesión porque así lo avalan los títulos que tienen.
- Usted también. Fue reconocido el año pasado por la Unión de actores. ¿Cómo siente ser uno de los tal vez actores más reconocidos del teatro y la interpretación?
- Como soy una persona que no se cree absolutamente nada, el ego lo tengo muy bien colocado. Yo soy un actor educado en el teatro. Empecé a hacer televisión pasados los 30 y algunos y a mí el éxito y la popularidad me ha llegado casi con 40 años. Entonces no voy a perder la cabeza. Me lo tomo todo con muchísima tranquilidad, con cierto escepticismo y sin perder de vista que esto es un trabajo muy largo, una carrera de fondo. Uno tiene que ir picando piedra y trabajo a trabajo paso a paso. Para mí, el triunfo no es ni los premios, ni el prestigio, ni el estar colocado en no sé qué lugar, sino en el ir enlazando un trabajo con otro y que sigas estando ahí a pesar de los años y a pesar del talento que viene por detrás, por delante, a izquierda y a derecha.
- Además, juega muy bien sus cartas. Combina papeles muy serios con otros muy cómicos. ¿Es importante pasarlo bien en el trabajo?
- Es un error no hacerlo. Mira, me gustaría pertenecer a esa estirpe de actores y actrices que se miran en el espejo de generaciones anteriores, salvando las distancias, con actores como Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Paco Rabal, José Luis Ozores y tantos y tantos actores que no tenían ningún miedo a saltar del drama a la comedia, de hacer cine, teatro, televisión. Hacían lo que podían como podían. Me gustaría mirarme en ese espejo y aprender de esa generación.
- Y ya que lo combina. El teatro parece gozar de más buena salud que el cine. ¿Qué cree que necesita el cine para atraer espectadores?
- La pandemia ha traído una forma de consumir nunca vista hasta ahora. Es muy difícil sacar a la gente de casa y que pague 8 o 9 euros por una película cuando puede hacerlo en su casa. Vamos a ver cómo acaba esto. Yo creo que se está haciendo lo posible a través del buen cine, del talento, desde festivales como el de Málaga o San Sebastián o Sitges o Valladolid, donde están estrenando sin parar películas de mucho nivel. Eso debería ayudarnos para hacer que al espectador le apetezca volver a ver salas. En el caso del teatro, tras el Covid, siento que hay una necesidad de volver al directo, de ver experiencias en vivo. Lo hemos visto en los conciertos también. Tenemos que estar de enhorabuena. Pero, por otro lado, lo del cine es preocupante y yo creo que se puede combatir a base de calidad, de buenos trabajos, pero hace falta algo más.
- ¿Por tanto, la salud del cine español es…?
- Por un lado, preocupante, porque hemos perdido muchos espectadores y es muy difícil que vuelvan a las salas, pero en algún momento el efecto de las plataformas se ralentizará y creo que volveremos a recuperar una parte importante del público que hasta hace poco seguía yendo a las salas. Por otro, hay buenos trabajos, de calidad.
- Hay mucho impacto y reconocimiento de películas españolas en festivales, de hecho. ¿Se empiezan a ver frutos de algo?
- Bueno, antes parecía que estaba vedado a nombres ilustres como Buñuel, Carlos Saura, Almodóvar. Ahora estamos viendo que no. Hay directores y directoras emergentes, con voz propia y títulos muy potentes, muy poderosos. Eso hace que nuestro cine funcione muy bien fuera de nuestras fronteras. En casa del herrero cuchillo de palo, aquí le damos sin parar, pero tiene que ver con una toxicidad ideológica de ciertos medios de comunicación que emparentan el cine con lo subvencionado y que despistan mucho al espectador. En cualquier caso, todos los años, y en los últimos mucho más, hay como una docena de películas de altísimo nivel que se pueden ver tanto aquí como fuera si la mirada es limpia. Eso habla muy bien del punto en el que se encuentra nuestro cine.
- ¿Por qué cree que hay esta toxicidad de los medios?
- Supongo que vendrá del 'No a la guerra', de un tipo de movilizaciones desde el año 2003-2004, cuando el gobierno Aznar pierde las elecciones y, por tanto, llega el PSOE al Gobierno. Desde eso, determinados medios de comunicación o determinados ciudadanos/espectadores no nos han perdonado. Desde entonces nuestro cine o la cultura se ha relacionado con la ideología y creo que es algo equivocado, porque ni la izquierda ni la derecha se tienen que hacer con el cine. Ahora, es cierto que el cine no sólo está para entretener, sino también para denunciar, para concienciar y ahí entra una ideología más de izquierdas.