Elvira Lindo ha visitado recientemente Barcelona y antes se paseó por el festival de Málaga. No lo hizo como escritora (o no sólo), sino como directora. Y estuvo muy bien acompañada en este debut. Junto a Daniela Fejerman dirigen y presentan Alguien que cuide de mí, una historia conmovedora que habla de cuán duro es el tiempo que pasa y qué rápido se olvida lo que se ha tenido que sufrir hasta llegar hasta aquí.

Para contar este relato, que la literata empezó a escribir sola y luego decidió convertir en guión, cuentan con un reparto de lujo. Emma Suárez hace de una actriz de los 80 que tiene una relación sentimental con un compañero gay y que su hija, Nora, no acepta. Claro que la abuela, tampoco es que soporte mucho el estilo de vida de la madre.

Estigmas

En este conflicto familiar aparece el humor, pero en el trayecto aparece un tema clave: el estigma. No, no se trata sólo de ser mujer, sino de ser una mujer madura a la que el cine y el teatro ya no quiere y que ni su propia hija comprende. El estigma de la enfermedad que se ha llevado en silencio en una época en que no era fácil hablar al respecto. El estigma impuesto por una hija que se cree abierta, menos con su progenitora. Y eso, sin contar con el desplazamiento al que es sometida esa misma persona por vivir en un barrio que ahora se gentrifica y es echada de su propia casa, cuando antes nadie daba un duro por ella.

Para hablar de todo ello, Crónica Global conversa con Lindo y Fejerman en el marco del certamen cinematográfico malagueño y descubrir cómo ha sido este trabajo conjunto y sus razones.

--Bueno, primero de todo, ¿de dónde surge esta idea y la colaboración?

Elvira Lindo (E): Yo tenía una especie de relato escrito, donde ya estaba marcada cuál era la historia y cuáles eran los personajes. Para mí era tan claro que era una película que pensé en Daniela, a la que conocía por si lo veía y le apetecía. Dijo que sí, y a partir de ese momento empezamos a colaborar. Esa colaboración se hizo muy estrecha, curiosamente, en el período del confinamiento, cada una desde su casa. Eso hizo que fuera más intensa la preparación de toda la película, y en ella hacemos referencia a otra pandemia. Cuando pudimos volver a reunirlos de nuevo, empezamos a preparar la película, en realidad sin darnos cuenta. La fuimos preparando globalmente, no solamente el guión, así que estuvimos juntos hasta el final. Ahora parece que las decisiones son como de un día, pero se van haciendo poco a poco.

--Y así se construyó su debut en la dirección.

E: Quería darme la alegría de ser debutante a mi edad, de rejuvenecer.

--¿Cómo fue esa decisión de codirigir con Elvira?

Daniela Fejerman (D): Yo sé que Elvira le gusta hacer muchas cosas en la vida, que no se corta ante nada. No, la verdad que eso que dice Elvira no es que fuera decisión de un día, fue el trabajo de guion, que sin estar en preproducción de la película ya estábamos hablando de actores, recorriendo Madrid Río, fijándonos dónde podían estar los personajes, ya pensábamos en alguno, ya tenían cara. Ya estábamos preparando la película como directoras. Elvira estaba muy dentro de esta historia. No era una guionista que iba a desprenderse de él, estaba dentro. Entonces pensé que esto iba a ser mucho más rico y ella también lo vio: estaba dentro.

Daniela Fejerman y Elvira Lindo / JC

--Habla de esas localizaciones. Madrid es un escenario clave en la peli. ¿Podemos decir que es protagonista? ¿Y por qué?

E: Bueno, es Madrid, pero se presenta como paradigma de todas las ciudades. Es decir, date cuenta que para nosotros el centro neurálgico de la película es Madrid-Río, que es una zona de Madrid que antes era mucho más barata porque nadie quería vivir al lado de una autopista. Las protagonistas son gente que resistió ahí durante mucho tiempo y ahora de repente se convierte en un gran parque de una ciudad. Entonces la historia se revierte, como está ocurriendo en todas las grandes ciudades. La gente ha estado allí durante tantos años y va siendo expulsada por el alza de precios.

--¿Es un reflejo del teatro y el cine que se deja relegado, olvidado?

E: Ese es el personaje que interpreta Emma, una persona que vivió una juventud en una época muy vibrante de la cultura en España en un lugar como Madrid y la movida. Era un tiempo en que para una actriz de comedia era fácil buscarse la vida sola, montar cabarets. Había mucho bullicio y efervescencia. Ahora vivimos realmente otra época, en la que muchos actores lo pasan verdaderamente mal.

D: Sí, y profesional y vitalmente se siente desplazada, relegada, sin un lugar propio, porque la echan de su piso y sin un lugar en el mundo.

--A eso se le suma una hija, Nora, llena de reproches hacia ella. ¿Es un toque de alerta a los hijos por su incomprensión?

D: A ver, no es un golpe, la juventud muchas veces cree que está inventando el mundo, el sexo, pero es normal también. Además, se permite juzgar con dureza la historia de sus propios padres, en este caso de su madre. Nosotras queríamos que si hay un personaje que tiene que aprender algo a lo largo de la película sea sobre todo el de esta hija.

E: A mí me sorprende, al haber ido cumpliendo años, que todas las generaciones de gente joven tienen una especie de organismo de invención. A lo mejor piensan que no hemos tenido sexo nunca, que no hemos disfrutado del sexo y que nos están explicando muchas cosas. Y la única diferencia es que fui moderna mucho antes que tú, ¿sabes?

Daniela Fejerman y Elvira Lindo / EFE

--De hecho, el personaje de Nora directamente prejuzga, cuando parece que ella tiene una vida muy abierta.

D: Ese es el quid. Ella, que es tan abierta, tan feminista, de pronto no entiende que su madre sea pareja de un hombre gay.

E: Ni lo entiende ni lo aprueba. Y le dice a su amiga: esto es muy bonito, pero si es tu madre, ya no, ya me está haciendo quedar mal.

--La película además recuerda otra pandemia, más allá de la del Covid, la del sida. ¿Es todo un mensaje de recordar cosas que se dan por acabadas?

E: Sí, y además la gente sigue contagiándose. Lo que nos encontramos fue el coronavirus, porque la historia de la pandemia, de la otra pandemia, estaba desde el principio en el relato. Sí es verdad que, en comparación, el coronavirus fue algo como de ciencia ficción, algo que nos sucedió a todos. Pero los mismos médicos que han tratado las dos pandemias, dicen que no hay nada comparable con el estigma del sida.

D: Esto lo hablamos desde el principio. Elvira me decía que estas mujeres que se infectaron, que siguen vivas, son completamente invisibles. El colectivo gay ha ayudado a visibilizarla y a que haya una investigación y a que sepa que ahora no es una enfermedad mortal. Pero hay personas que han vivido con el VIH.

E: La pregunta era: ¿Qué es lo que pasó con esas mujeres? ¿Cómo siguieron llevando su maternidad? ¿Cómo siguieron llevando su vida amorosa? Toda persona necesita ser querida. Algunas se buscaron compañías, amor. La mujer, en ese aspecto, se retrajo mucho más con respecto al sexo del hombre.

Daniela Fejerman y Elvira Lindo / ÁLEX ZEA

--Y hablando de estigmas, hay otro en la película. El de ser mujer y mayor.

E: Yo creo que se ve mejor a la mujer que es vieja directamente que a la mujer madura. Creo que cuando estás colocada ya en la vejez, ya tienes tu papel. Pero la mujer madura que quiere seguir batallando en cierto sentido es la que es desplazada.

D: Y es verdad que ahí se juntaba el doble estigma, el que arrastra desde su juventud y que deja de ser joven.

--En todo caso, y para que algunos espectadores no piensen lo que no es. También hay muchas dosis de humor. Algo muy propio de las películas de Daniela. ¿Qué papel juega aquí?

E: Se tratan asuntos muy graves en la película. Los puedes tratar con absoluta gravedad y no salirte de la línea jamás. Pero creo que no teníamos ese interés, queríamos aligerar, dejar respirar de vez en cuando al espectador y que entrara el humor, como entra en la vida, con ironía, porque así es la vida. Claro que hay películas dramáticas que me llegan, pero a veces echo de menos que me dejen respirar.

D: En eso también nos apoyamos mucho. Los propios personajes tienen humor, mala leche, ironía, cinismo.

E: ¡Menos mal!

D: Eso es lo que permitía que el humor aflorara.

--Decía “menos mal”. ¿Por? ¿Es porque nos falta?

E: Eso por un lado, que falta últimamente. Pero por otro lado esa especie de separación de géneros entre la película que es dramática y la película que tiene toques irónicos. Porque parece que cuando se tienen toques irónicos es que estás tratando con menor seriedad un asunto. Y no, estoy acercándome a la propia sal de la vida.